¿Dos Españas?, o tres

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Pues depende. ? ¿De qué depende? ?, se preguntaba Pau Donés, y se respondía ? de según como se mire, todo depende ?.

Hace mucho, mucho tiempo… más de un año… sí, porque, al ritmo que vivimos, un año es mucho tiempo, una barbaridad, publiqué un artículo en el que mostraba, a partir de los resultados electorales, la vigencia de las dos Españas de Machado desde la Transición. Pero hete aquí que, poniendo orden en el camarote, he rescatado un estudio del CIS sobre uno de los últimos procesos, el de abril de 2019, que observa los resultados desde una perspectiva diferente.

El estudio segrega los datos según la edad de los votantes y viene a decirnos que, con ese criterio, no hay dos Españas, sino tres: una España joven, que incluye a todos los que están entre los 18 y los 34 años; una España adulta, entre los 35 y los 64; y la España de los mayores, que ya han alcanzado los 65 años. Y si es verdad que una imagen vale más que mil palabras, nos ofrece tres mapas que valen más que tres mil.

Si solo votara la España joven, Podemos y sus confluencias ganarían claramente las elecciones con 117 diputados (30,7%). El segundo partido sería Ciudadanos, con 94 (24,7%); el tercero el PSOE, con 67 (17,0%) y el PP quedaría en cuarta posición, con 51 (13,5%).

Con el voto de la España adulta como única referencia, Ciudadanos estaría en cabeza con 103 diputados (27,9%). El PSOE se situaría en segunda posición, con 85 (21,8%); en tercera Podemos, con 73 (20,8%) y el PP volvería a quedar en cuarta posición, con 67 (17,6%).

Pero si solo votaran los mayores de 65 años, ganaría el PP con 146 diputados (34,9%). El PSOE sería segundo, con 123 (31,3%); Ciudadanos se situaría en tercera posición, con 47 (16,3%) y en cuarta Podemos, con 11 (7,6%).

Así resulta que el componente generacional explica el voto en España con más contundencia que la posición ideológica. Sitúa a Podemos y al Partido Popular en cohortes extremas. Los morados son los más votados entre los menores de 35 años y los cuartos entre los mayores de 65. Los azules, por el contrario, son los más votados entre los mayores de 65 y los cuartos entre los menores de 35.

Cómo no acordarnos de Winston Churchill cuando decía, más o menos, aquello de que el que no es de izquierda a los veinte años no tiene corazón, pero el que a los cuarenta lo sigue siendo, no tiene cerebro. Como si no fuera posible poner en estos menesteres el corazón y la cabeza a un tiempo.

Así que como venía a decir Pau Donés, todo depende del color del cristal con el que se mire, y atendiendo a la edad de los votantes no hay dos Españas, sino tres.

Pero en estos tiempos líquidos, que decía Bauman, parece que pocas cosas son sostenibles. Han pasado dos años de aquellas elecciones. Mucho, mucho tiempo, una barbaridad. Tanto que los líderes del cambio, Albert Rivera y Pablo Iglesias, ya están criando malvas políticas. Los morados tratan de reinventarse para salir del agujero y los naranjas vagan por la política en modo supervivencia.

Lo más curioso de todo es que, para ver quien consigue una mayoría suficiente para gobernar y superar el fraccionamiento, incluso para sacar adelante cualquier ley o iniciativa, seguimos contando por bloques.

Dos Españas

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Desmontado el mito de la Tercera España, aquella que se declaró neutral porque los dos bandos eran igual de malos; aquella España equidistante, en cuya supuesta inhibición se encontraría el germen de la España de hoy, los resultados electorales no hacen sino confirmar, de manera tozuda, que las dos Españas siguen siendo una realidad.

Ya lo vimos al comienzo de la Transición Democrática, cuando en las primeras elecciones de 1977, UCD+AP consiguieron el apoyo de 7.815.162 españoles (42,65%); y la suma de PSOE+PCE+PSP, recibió el de 7.898.338 (43,10%), con una escasa diferencia entre bloques de 0,45 décimas. En las siguientes, las de 1979, el resultado reflejó una coyuntura muy similar: UCD+CD, 7.328.923 (40,74%); PSOE+PCE, 7.408.300 (41,18%) y una diferencia de 0,44 décimas.

Luego, PSOE y PP se convirtieron en partidos hegemónicos que se disputaron las mayorías absolutas alternándose en el poder y ocultando bajo su manto corrientes subterráneas que han vuelto a aparecer en el nuevo ciclo abierto en 2015. Con la creación de Ciudadanos, Podemos y VOX, el fin del bipartidismo nos ha devuelto a aquella dinámica. En las elecciones celebradas en 2015, PP+Cs obtuvieron 10.716.293 votos (42,65%) y PSOE+Podemos, 10.720.242 (42,67%); una diferencia, casi insignificante, de 0,02 centésimas. En las celebradas este año, se ha mantenido el equilibrio: el 28 de abril, PP+Cs+VOX, consiguieron 11.217.410 votos (42,81%) y PSOE+Podemos, 11.264.287 (42,99%), con una diferencia de 0,18 décimas; y el 10 de noviembre, PP+Cs+VOX, 10.297.472 votos (42,70%) y PSOE+Podemos+Más País, 10.351.926 (42,92%), y 0,22 décimas de diferencia.

Ya casi nadie es capaz de hacer un análisis completo y riguroso de la situación política tras unas elecciones, sin sumar los resultados de cada bloque. Por eso, ante las dificultades que esta circunstancia genera, la palabra del año es desbloquear.

Además, otros dos mitos que se han caído son el de la transversalidad y el del fin del eje izquierda-derecha. Los partidos son vasos comunicantes, por lo que el crecimiento de uno es siempre a costa de los resultados de otros partidos de su bloque ideológico, de izquierda o de derecha.

No se trata, por lo tanto, de una interpretación maniquea, sino de una constatación empírica. Y por si a alguien le cabe alguna duda, podemos añadir que, desde la izquierda, se ha rescatado el “¡no pasarán!” contra PP, Ciudadanos y VOX, el “trifachito” de la plaza de Colón; y, desde la derecha, llegan voces que claman contra “un nuevo gobierno del Frente Popular”, tras el preacuerdo alcanzado por PSOE y Podemos. Se ha recuperado el relato franquista de la cruzada de la verdadera España contra la anti-España y, cuarenta y cuatro años después de la muerte del dictador, la memoria histórica todavía reabre “viejas heridas del pasado”, dicen.

Así seguimos… entre una España que no se muere y otra España que sigue bostezando. Que el ruido de los hunos y de los hotros, que decía Unamuno, no llegue a helarnos el corazón.

Nota: los datos ofrecidos se han elaborado a partir de los proporcionados por el Ministerio del Interior.