Rimas de la España rota

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Ocurrió hace muchos años, aunque en circunstancias políticas que algún parecido guardan con las actuales. Presidía el Gobierno de España Joaquín Chapaprieta, un antiguo liberal que había pasado, tras la caída de la Monarquía, a la Derecha Liberal Republicana y que había sucedido a Alejandro Lerroux en septiembre de 1935, cuando estallaron varios escándalos de corrupción. Sin mayoría en la que sostenerse, dependiendo de los votos de la CEDA, con los líderes socialistas y nacionalistas catalanes en la cárcel condenados por la revolución de octubre de 1934, su Gobierno estaba destinado a desaparecer sin pena ni gloria.

Santos Juliá nos recuerda que en aquel contexto se multiplicaron los mítines de precampaña. En el frontón Urumea de Donosti, el 10 de noviembre de 1935, José Calvo Sotelo, ante la crecida exigencia del nacionalismo vasco de dotar a Euskadi de su estatuto de autonomía, ya plebiscitado pero todavía no aprobado por las Cortes, pronunció una de esas frases para la historia: “No he dado la mano a ningún diputado nacionalista porque veo en ellos la tendencia a la desmembración de España, y, entre una España rota por el separatismo y una España roja, me quedo con esta última porque el solar quedará intacto”.

El 5 de diciembre, Calvo Sotelo volvió a repetirla en el Congreso de los Diputados. A mí, afirmó, “nada de eso me importa si en definitiva había de subsistir la Patria, mientras que en una España rota, la Patria quedaría para siempre muerta”. Luego las tropas franquistas le dieron la vuelta al aforismo enarbolando la enseña “Antes rota que roja”. Y vaya si la rompieron. Tantos años después, la España rota se ha convertido en España se rompe.

La derecha española, salvo minoritarias excepciones, apoyó la dictadura de Franco, como antes sostuvo la de Primo de Rivera y, entre medias, combatió a la II República, conviene recordarlo. Después de cuarenta años de dictadura, tras la implosión de UCD, siguiendo a Fraga y a los “siete magníficos” ministros de Franco, se agrupó en torno a Alianza Popular. Pero Fraga tenía un techo, y para llegar al poder había que cambiar de marca, de líder y de planteamiento.

Así, Don Manuel alumbra las siglas PP del Partido Popular para refundar Alianza Popular y designa a su nuevo líder, José María Aznar, para alcanzar el poder en 1996, con su España se rompe, convertido en un clásico, en un mantra para la derecha española. Hasta que llegó José Montilla, president de la Generalitat, para espetarle a Aznar que el PP prefería una España rota que gobernada por los socialistas. Otra vez la España rota antes que roja.

En el caldo de cultivo del España se rompe, creado por los populares, surgió Vox para rentabilizar la hipérbole en clave abiertamente uniformizadora, recentralizadora, involucionista e incapaz de integrar en su visión del Estado el país real. Federico Jiménez Losantos lo saludó como un paso más en esa carrera: “España, ni rota, ni roja”.

Y por si a alguien le quedara alguna duda sobre la amenaza de rotura de España, la presidenta madrileña, Isabel Díaz Ayuso, especialista en sacar de quicio lo indesquiciable, ha afirmado recientemente que “el peligro real e inminente es que España deje de existir”. O sea, que no quedarían ni los pedazos.

Aunque España lleva rompiéndose desde la noche de los tiempos, si Calvo Sotelo pudiera verla hoy, tanto tiempo después, probablemente se sorprendería. Sin embargo, sus herederos persisten en la estrategia, aún más vieja, del miedo, cargando de plomo sus alas.

Desde el Mirador de los Poetas, en la sierra de Guadarrama, tan cerca y tan lejos del Madrid estridente que se pierde entre tanto ruido, no se ven grietas, ni cicatrices, porque es un lugar donde las rimas asonantes de la España rota se las lleva el viento.

Haz algo, Isaías

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Netanyahu entre tinieblas

Teme al hombre de un solo libro (hominem unius libri timeo), recomendó Santo Tomás de Aquino un día de los muchos que se levantó inspirado.

Por eso, entre otras cosas, debemos temer a Netanyahu, porque es uno de esos hombres de un solo libro. Con la arrogancia que le caracteriza, ha planteado la guerra de Israel contra Hamas como una forma de hacer realidad la profecía de Isaías: “Nosotros somos el pueblo de la luz y ellos son el pueblo de la oscuridad, y la luz triunfará sobre las tinieblas”. Y se ha quedado tan pancho.

Evidentemente, el primer ministro de Israel asocia el pueblo de la luz con el pueblo judío y el de la oscuridad con el pueblo palestino.

Al parecer, la línea política de Netanyahu la marca un señor del siglo VIII antes de Cristo, que, por cierto, también es profeta para el Islam.

Pero es más temible, si cabe, porque de ese único libro selecciona solo la parte que le interesa. Porque Isaías también dijo (5.20): “¡Ay de los que llaman al mal bien y al bien mal, que tienen las tinieblas por luz y la luz por tinieblas, que tienen lo amargo por dulce y lo dulce por amargo!”.

La humanidad se debate entre tinieblas con Netanyahu al frente, y para que Íñigo Domínguez no sea una voz que clama en el desierto, como también dijo el profeta (Isaías 40:3), yo me sumo a su ruego cuando implora: “profeta Isaías, allá donde estés, haz algo, a ver si a ti te hacen caso”.

«El pueblo judío es un pueblo asqueroso»

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Que nadie se lance patas arriba, presto a condenarme a los infiernos. La frase está entrecomillada y su autor fue Zeev Jabotinsky (1880-1940), el líder del llamado “sionismo revisionista”. A mí nunca se me hubiera ocurrido decirlo. La sentencia terminaba así: “…, sus vecinos lo odian, y tienen razón”*. Lo realmente curioso, es que no son palabras de un antisemita sino de un sionista, es decir de un partidario del movimiento político judío que pretendía en sus orígenes la formación del Estado de Israel y, después de la proclamación de éste en 1948, de su apoyo y defensa.

En cierto sentido, toda cita constituye una mutilación del contexto del que se ha extraído, pero, por descontado, la frase recogida no deforma la opinión del autor. En todo caso, se trata de una expresión que no se contradice con su fe en una nueva forma de vivir la judeidad.

Al decir de Iñaki Iriarte, autor de un trabajo muy interesante sobre el asunto, se trataría de un sionismo que, supuestamente, habría partido de una interiorización del antisemitismo europeo, un rechazo a los judíos de carne y hueso que aspiraría a una nueva judeidad basada en la pureza y la exclusión.

El tono coincidente de algunos sionistas y antisemitas en sus caracterizaciones sobre el ser de los judíos constituye mucho más que una suerte de anecdótico “síndrome de Estocolmo”. Sionistas anteriores, coetáneos y posteriores expresaron opiniones sobre el estado moral de los judíos, por lo que la definición de Jabotinsky no es una excepción casual.

Theodor Herzl (1860-1904), exponente de mayor importancia entre los padres del sionismo, deja caer a menudo que los judíos carecen de honor y que, por ello, tienden a ser vanidosos. Los sufrimientos, añade, “nos hicieron odiosos y cambiaron nuestro carácter, que en otros tiempos había sido orgulloso y noble”. “De nuevo, la gente dirá que estoy proporcionando munición a los antisemitas. ¿Por qué? ¿Solo porque estoy admitiendo la verdad?”. Herzl trataba de conseguir que las autoridades turcas permitieran la inmigración de judíos europeos a Palestina como paso previo a la creación de un Estado judío en la zona, Estado que funcionaría como “un puesto avanzado de la civilización contra la barbarie”.

Otros como Moses Hess (1812-1875), Leo Pinsker (1821-1891) o Max Nordau (1849-1923) ofrecen significativas muestras de una retórica autocrítica. Para este último, los judíos habían caído en una terrible miseria moral, muy relacionada con su concepto de “degeneración”: “… la miseria [de los judíos] es moral. Toma la forma de daño perpetuo a la autoestima y al honor”. En su opinión, los años de marginación habían generalizado un “psicología del gueto”, que se manifestaba en la abundancia de personajes débiles y mezquinos.

Bernard Lazare (1865-1903), colaborador de Herzl durante un tiempo, en la carta en donde le comunicaba su abandono de la Organización Sionista Mundial, sentenciaba: “Nuestro pueblo está en el fango más abyecto”. La causa del antisemitismo, según Lazare, estaba en gran medida en el carácter asocial de los judíos.

Aaron David Gordon (1856-1922), ideólogo del sionismo, reprochaba amargamente la manera en que los dos mil años de exilio habían modelado el carácter de los judíos. “Somos un pueblo parasitario. No tenemos raíces en la tierra; no hay tierra bajo nuestros pies. Y somos parásitos no sólo en el sentido económico, sino también en el espíritu, en el pensamiento, en la poesía, en la literatura, y en nuestras virtudes, nuestros ideales, nuestras aspiraciones humanas más elevadas”.

Micha Joseph Berdyczewski (1865-1921), quien en 1902 cambió su apellido por el de Bin-Gurion, es otro de los autores que se refirió con llamativa dureza al estado moral de los judíos. Así, para Bin-Gurion, el liderazgo de los rabinos y la huida de la realidad, disfrazada de espiritualismo, habían convertido a los judíos en un “no-pueblo, una no-nación, unos no-hombres”.

Similar era la postura de Jacob Klatzkin (1882-1948), para quien los judíos eran un pueblo “con una exagerada cantidad de intelectualismo mundano, viviendo una existencia falsa y pervertida por medio de sustitutos de la realidad”. También la de Nachman Syrkin (1868-1924), teórico del sionismo laborista, quien afirmaba que la emigración judía a Palestina permitiría a los europeos librarse de una fuente de problemas.

A juicio de Moses Hirschel (1754-1818), el fanatismo, la intolerancia y el odio de los judíos hacia los gentiles eran la verdadera razón de su miseria. Por su parte, Lob Baruch (1786-1837), que cambia su nombre por el de Ludwig Borne, ofrece otro ejemplo de cómo un liberal filosemita podía, no obstante, expresar en ocasiones opiniones similares a las de los antisemitas, describiendo a los habitantes de los guetos y los asentamientos como vagos y poco escrupulosos con su higiene. La propia suciedad y oscuridad del gueto constituiría a su modo de ver un “símbolo de la cultura espiritual de los judíos”; y Henrich Heine (1797-1856), en una carta a su íntimo amigo Moisés Moser, lo remata escribiendo: “los judíos son aquí asquerosa ralea”.

A lo largo del siglo XIX y la primera mitad del XX algunos de los herederos culturales de esos judíos continuarán con esta actitud de desprecio ilustrado hacia las masas judías, en muchos testimonios que hoy suelen ser considerados una muestra de “auto-odio”.

De este modo, los autores citados, sionistas reconocidos, incorporaron sus críticas acerca del estado de postración y la decadencia moral y material en que había caído el pueblo objeto de sus desvelos, coincidiendo en sus planteamientos con los antisemitas.

El historiador Henrich von Treitschke (1834-1896) llegó a tener clara cuál era la solución: “Solo hay una forma de satisfacer nuestros deseos: la emigración, la creación de un Estado judío”. Pero los antisemitas que apoyaron el proyecto sionista de enviar a los judíos a Palestina lo hicieron con un interés estrictamente táctico y una motivación radicalmente distinta. Lo que querían era librarse de la presencia de judíos; mientras los sionistas buscaban crear un Estado judío que sirviera, precisamente, de refugio ante las violentas explosiones de antisemitismo.

En definitiva, Herzl y otros sionistas podían, ciertamente, “entender el antisemitismo”, convencidos, como estaban, de que la falta de un país y un Estado propio y los siglos encerrados en los guetos habían hecho mella en el carácter de los judíos.

Cabe preguntarse si, conseguida la creación del Estado judío, estos miembros de la Haskalah, la Ilustración judía, hubieran cambiado las opiniones expresadas anteriormente sobre su pueblo. ¿Pensarían, acaso, que el Estado judío funciona como “un puesto avanzado de la civilización contra la barbarie?”.

*La frase proviene de la autobiografía de Jabotinsky, Historia de mi vida.

Vida perra

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¡Perra vida! o ¡qué vida más perra!, son exclamaciones que todavía se utilizan como sinónimo de una mala vida, llena de incomodidades y dificultades, o como lamento de la propia existencia, por parte de personas que sufren mucho. Pero son expresiones que han quedado obsoletas, porque los perros ya no viven tan mal.

Los centros comerciales habilitan secciones dedicadas en exclusiva a su alimentación y a la venta de todo tipo de accesorios y complementos para su salud y belleza. Hay hasta tiendas de repostería artesanal especializadas en dulces para perros; también clínicas caninas y peluquerías; parques exclusivos, tiendas, restaurantes, hoteles y medios de transporte ‘dog friendly’. He visto en San Fermines que les han hecho trajes para que también participen de la fiesta, y siempre les puedes comprar ropa en Lucas & Lola donde, además de sus modelos exclusivos, encontrarás las mejores marcas del mercado canino… Si las cosas no cambian, pronto habrá más establecimientos de este tipo que escuelas.

Con el titular “Más perros que niños en Gipuzkoa”, El Diario Vasco informa el 10 de julio, que “a día de hoy, en Gipuzkoa, se contabilizan 105.677 canes censados –según la estadística del REGIA, el Registro General de Identificación de Animales de la Comunidad Autónoma del País Vasco– frente a los 97.691 menores de 14 años, según datos del INE de 2022”. Y añade, “los datos no son al cien por cien completos puesto que no todos los dueños registran a su perro con microchip –como es obligatorio­–“.

¿Somos unos aventajados en esto de cambiar perros por niños? ¿es exclusivo este sorpasso? Pues no. Según el último censo de animales de ANFAAC y Veterindustria, a nivel de Estado, los datos confirman que se trata de algo más general. En España hay 9.313.098 perros registrados y, según el Instituto Nacional de Estadística, 6.672.087 niños menores de 14 años. En realidad, la diferencia es mayor porque no todos los perros están registrados y porque a este dato habría que añadir los 168.000 sin hogar, que constan en el último estudio de la Fundación Affinity ‘Él nunca lo haría 2022’. El abandono afecta al 2,6% de los perros en España. Sin embargo, el de niños que proporciona el INE es inamovible. Así que, efectivamente, la vuelta de la tortilla es compartida, y no tenemos en cuenta en esta entrada a los 5.858.649 gatos, incluidos en el censo citado.

Siempre se ha dicho que el perro es el mejor amigo del hombre. Hoy lo es también de la mujer. Y, en ambos casos, la relación va mucho más allá de la amistad. El perro como animal de compañía, ha devenido en compañero de piso, pareja de hecho, miembro de la familia y hasta el hijo que no se puede o quiere tener. También se adoptan y, en caso de divorcio de los dueños, el Código Civil contempla la custodia compartida, con la obligación de pagar una manutención para sus gastos.

Como confirman la consultora GFK y AEDPAC, cada vez más, nuestros jóvenes recurren a perros y gatos para completar su existencia, lo que ha hecho que en la revista Forbes se pregunten por qué los Millennials están “sustituyendo las mascotas por los bebés” (¡por Dios! qué nombre más horrible para unos animales).

Si existiera alguna teoría creíble sobre la gran sustitución, ésta sería sin duda la de los niños por los perros. ¿Por qué? Hay quien habla de “declive civilizatorio”, otros de “egoísmo”. Así, el filósofo Santiago Alba Rico, reconociendo esta tendencia a tener menos hijos, que se está produciendo en casi todo Occidente, y que parece correlativa a tener más perros (y gatos), suele comentar en sus ensayos, medio en broma medio en serio, que “uno de los síntomas de declive civilizatorio es que suele venir acompañado de una mayor preocupación por el bienestar animal. Sucedió en el Imperio Romano y parece que se está produciendo en la actualidad”.

Por su parte, el papa Francisco ha llamado “egoístas” a las parejas que no quieren tener hijos, pero que tienen perros o gatos en su lugar: “Hoy vemos una forma de egoísmo. Vemos que algunos no quieren tener hijos. A veces uno, y ya, pero en cambio tienen perros y gatos que ocupan ese lugar”, mostrando así su preocupación por lo que ha denominado “invierno demográfico”, la “dramática caída de la natalidad”.

El fin de la vida perra, es consecuencia de esa mayor preocupación por el bienestar animal que, en parte, está relacionada con la preferencia de muchos de nuestros jóvenes por tener un perro o un gato, en lugar de traer un hijo a este mundo. Si esto nos sume en un declive civilizatorio, si tiene o no razón el papa Francisco, lo dejo al criterio del lector. Lo que sí tengo claro, es que habremos de tener en consideración esta circunstancia, cuando analicemos las causas del descenso demográfico, uno de los grandes problemas de la humanidad.

Generales 23-J con circunscripción única

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Este es un ejercicio interesante a tener en cuenta por aquellos españoles que son poco amigos de la diversidad, de las autonomías, de la descentralización, y prefieren volver a la España «una, grande y libre».

Así quedaría el Congreso de los Diputados si los escaños se asignaran en una circunscripción única de nivel estatal.

La porra de Txema

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Si algo ha quedado claro tras las elecciones generales del 23-J, es el fracaso de las encuestas, en algunos casos estrepitoso. De los 112 sondeos publicados que han visto mis ojos, 70 han sobreestimado la fortaleza del PP (62,5%) y 111 han subestimado la del PSOE (99,1%). No han acertado ni en los sondeos realizados “a pie de urna” durante la jornada electoral.

Se podrán argüir muchas razones para este descalabro y de todo habrá, sin duda, pero a mí me llama la atención que el error en la predicción depende mucho del medio que publica la encuesta, más aún, de su tendencia política. Así vemos, por ejemplo, que el último día permitido para publicar sondeos, seis días antes de la jornada electoral, los periódicos de la derecha hacen los siguientes pronósticos para el PP: ABC-Vocento, 152 escaños; La Razón, 153-156; El Mundo, 145-150; Ok Diario, 152; y El Debate, 150-152, entre 12 y 20 escaños más de los 136 conseguidos. Por supuesto, todos daban mayoría absoluta (176 o más) al bloque de la derecha: ABC-Vocento, 180; La Razón, 179-184; El Mundo, 171-179; Ok Diario, 181; El Español, 180; o El Debate, 181-185, cuando la suma PP+Vox se ha quedado en 169.

Sin embargo, la publicada por los medios progresistas se acerca mucho más a la realidad: El País, daba 135 para el PP (uno menos de los conseguidos); eldiario.es, 130-138; La Sexta, 134-140; en ambos casos, dentro de la horquilla. Lo mismo para el bloque de la derecha que, o no llega a la mayoría absoluta o sólo en el valor más alto de su previsión.

Para la izquierda, solo los medios progresistas llegan a pronosticar los 153 escaños conseguidos por PSOE+Sumar: eldiario.es y La Sexta, en los valores más altos de sus horquillas: 153 (clavándolo) el primero, y 150 el segundo. El País les daba 146. Los medios de la derecha se quedan muy por debajo, algunos muy lejos.

El sondeo del Institut Opinòmetre para el diario catalán Ara, que incluye en sus horquillas todos los resultados obtenidos en las urnas, con la única excepción de Vox por solo tres escaños, ha demostrado que se puede hacer mucho mejor.

Si el CIS ha acreditado un sesgo izquierdista, queda claro que gran parte de la prensa española tiene un sesgo derechista. De todas formas, hay que reconocer que la macroencuesta difundida el 5 de julio, en vísperas del inicio de la campaña electoral, la única que traduce los porcentajes a escaños, es una de las más precisas, al dar la victoria al PP con una horquilla entre 122 y 140 escaños (obtenidos 136) y al PSOE entre 115 y 135 (obtenidos 122). Para el tándem PP-Vox el pronóstico preveía entre 143 y 169 (y han conseguido 169).

Todo esto no hace sino abundar en la sospecha de manipulación de las encuestas, con la intención de crear un estado de opinión favorable a los intereses de los medios citados, ejerciendo, más que nunca, de ‘cuarto poder’. Lo que ha denunciado el líder de Vox, afirmando que “la campaña electoral la han dirigido las encuestadoras y que ha habido una gigantesca manipulación de las encuestas”, para beneficiar al PP en perjuicio de Vox, ha asegurado Abascal. En realidad, para beneficiar al PP en perjuicio de cualquier otra opción

No es de extrañar que el periodismo sea la segunda profesión peor valorada en España, justo detrás de la de juez. Según el último informe de Reuters Digital News, los medios de comunicación españoles tienen la credibilidad más baja de Europa.

Al final, tenía razón Txema, un buen amigo, cuando después de enviarme su pronóstico me dijo: olvídate de los demás sondeos, el mío es el bueno. Se ha quedado a dos escaños de los 153 conseguidos por PSOE+Sumar, y a tres de los 169 del tándem PP+Vox, clavando los 136 del PP. ¡Ah!, y como buen conocedor de la realidad navarra, dando uno a UPN, lo que no vaticinaba ninguna de las encuestas publicadas por las empresas demoscópicas.

Las 112 encuestas

God shave the king

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En el medioevo, antes de la invención de la imprenta y los oficios que de ella surgieron, como el de corrector, que se hizo un alífero espacio entre el impresor y el editor, las erratas eran atribuidas no al autor –toda autoría estaba inspirada por Dios, por descontado infalible–, y menos aún al amanuense, mero instrumento divino, sino a Tutivillus, un demonio que trabajaba en nombre de Belfegor, Lucifer o Satanás para introducir errores en el trabajo de los escribas.

El profesor Joaquín Yarza Luaces lo ha visto en una tabla de c. 1485 que se conserva en el Monasterio de las Huelgas, de Burgos, atribuida a Diego de la Cruz, en la que aparecen dos diablos sobre el manto protector de la Virgen de la Misericordia, uno de los cuales lleva un hatillo de libros a la espalda. Así que, exculpados de antemano, no cabía falta ni pecado entre los escribas. Si una palabra desaparecía o en su lugar brotaba otra, era cosa de Tutivillus.

Muchos escritores han podido comprobar, con fenomenales gazapos, que aún subsiste la rémora medieval de aquel diablillo. Pero, aunque Tutivillus es travieso e indómito, a veces, cuando parece que quiere arruinar, mejora. Esto le ocurrió a Ramón J. Sender, uno de los mejores escritores españoles del siglo XX, cuando, espoleado por los apremios, escribió en solo veintitrés días su novela Mr. Witt en el Cantón (1936). La premura hizo que “docenas de trompetas” tocaran en el puerto de Cartagena un hilarante God shave the King, extraña versión del himno británico.

En el prólogo a la segunda edición, en 1968, Sender asegura que el libro se publica exactamente igual que en la primera, pero advierte al lector que hay una mínima diferencia; tan mínima que consiste en una letra menos. La letra suprimida es una hache. Sin embargo, esa insignificancia, que el autor califica de conspicua, tiene, efectivamente, su enjundia, por lo que considera necesaria una explicación. “Cuando escribí la novela yo no sabía una palabra de inglés, y al referirme al himno nacional británico –que tocaba a bordo de un barco la banda de Infantería de Marina– dije que el himno era God save the king (Dios salve al rey). Pero lo escribí mal. Puse una hache entre la s y la a, y así el fonema resultaba shave. En su conjunto la frase decía algo muy diferente y sin duda gracioso: Dios afeite al rey. La cosa parecía humorística. Cuando hacía la traducción inglesa el distinguido humanista sir Peter Chalmers Mitchell, profesor de Oxford, que había sido preceptor del rey en su infancia, me escribió diciendo que encontró el error muy divertido. No pocos bienes de la providencia les han sido deseados a los reyes y a los emperadores, pero nunca que Dios los afeite, lo que es una impertinencia inocente, infantil y metafísicamente absurda”.

Carlos III de Inglaterra, por fin va a ser coronado. Pero, antes que rey, fue príncipe de Gales durante 64 años y, esperando, esperando, le creció la barba. Probablemente, un día leyó la primera edición de Mr. Witt en el Cantón y decidió ponerlas a remojar, no fuera que, llegado el momento, Dios apareciera en Buckingham Palace o en Clarence House con la navaja de afeitar. Y colorín colorado, desde entonces luce un perfecto rasurado.

Color carne

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Cuando en el lejano Oeste, indios y vaqueros se vieron las caras, un vaquero era para un indio un rostro pálido, y para el rostro pálido, un indio era un piel roja. Más tarde, llegaron a aquella tierra los hombres de color, llamados así por los blancos, para evitar las connotaciones negativas del negro. Después lo hicieron los amarillos y la paleta de colores se fue extendiendo. En las iglesias empezaron a preguntarse “de qué color sería la piel de Dios”.

Con un lápiz de color rosa claro en su mano derecha, Angélica Dass (Río de Janeiro, 1979) recuerda que, con solo siete años, su profesora le mostró, por primera vez, “un lápiz de color carne”. “Yo estaba hecha de carne y ese no era mi color, mi piel era marrón. Aunque la gente decía que yo era negra”. Desde luego, el color rosa claro no era el color de su carne y su cabeza empezó a hacerse un lío.

Nacida en “una familia muy colorida”, siempre había vivido la diversidad cromática con naturalidad. “Mi padre era el hijo de una niñera, de una sirvienta, de quien heredó un intenso color chocolate. Fue adoptado por aquellos que yo conozco como mis abuelos. La matriarca, mi abuela, tiene la piel de porcelana y el pelo de algodón. Mi abuelo era algo entre yogur de vainilla y fresa, como mi tío y mi primo. Mi madre es hija de una indígena brasileña que tiene un tono entre avellana y miel. Ella tenía otras dos hijas, una como un cacahuete, y la otra un poco más beige, como una tortita. Así que, creciendo en esta familia, el color nunca fue importante para mí”. Pero fuera de casa, era otra cosa.

Pronto tomó conciencia de que el color de la piel, la cultura o la nacionalidad, eran elementos capaces de levantar muros entre las personas. Para colmo –sigue–, “años después, me casé con un español que se sonroja con mucha facilidad, de esos que cuando están cinco minutos al sol se ponen rojos como una gamba. Empecé a preguntarme: ¿de qué color va a ser tu hijo? Obviamente, no era importante para mí, pero parecía que era muy importante para los demás. Así que pensé en utilizar mi oficio, que era la fotografía, para encontrar una respuesta. Las primeras fotos fueron mías y de mi marido. Pensé que el color iba estar entre esos dos. Después, seguí haciendo fotos a mi familia, como investigando mi propio origen, y comprobé que había muchos rosas, pero que también formaban parte de lo que era mi vida”.

A Angélica se le hacía difícil entender cómo aquellas diferencias en el tono de la piel podían convertirse en grandes conceptos y estereotipos erróneos que asocian los colores al viejo concepto de raza, porque –advierte– “siempre he pensado que el mayor tesoro de la especie humana es su diversidad”.

Con esta idea, decidió dar un paso al frente y creó Humanae, un proyecto fotográfico que utiliza el retrato para acercar a personas de todo el planeta. Ha recorrido más de treinta países alrededor del mundo, haciendo cuatro mil retratos de cuatro mil voluntarios, entre los que hay gentes de toda condición y en circunstancias de todo tipo, asegura. “Desde alguien incluido en la lista de Forbes, hasta refugiados que cruzaron el mar Mediterráneo en barco. Estudiantes de escuelas suizas y también de las favelas de Río de Janeiro. En París, en la sede de la UNESCO, o en un albergue. Todo tipo de capacidades, de creencias e identidades de género. Desde un recién nacido a un enfermo terminal, todos juntos construyen Humanae… ofreciendo una representación global de todos los tonos de piel existentes”.

Angélica Dass plasma cada retrato sobre un fondo blanco. Luego selecciona una muestra de once por once píxeles de la cara, a la altura de la nariz, la asocia con un código validado por Pantone, da ese color al fondo del retrato y al retrato el nombre de la paleta de colores. “Mi color carne –explica–, es el 7522C, y cada retrato tiene el suyo. Utilizo esta paleta, porque sé el número del color blanco y el número del color negro y, en este proyecto, que tiene cuatro mil retratos, no he encontrado ningún ser humano que sea blanco o negro.” Además –añade–, “en estas fotos, no sabes quién es pobre, quién es rico, quién es migrante o no, la nacionalidad de nadie, la opción sexual. Lo que sabes, es lo que yo intento enseñar, que primero somos humanos y después viene todo lo demás”.

El proyecto Humanae, aclamado internacionalmente y avalado por instituciones como la ONU y el Foro Económico Mundial, es, en definitiva, una colección de retratos que revelan la belleza diversa de los colores humanos, con la que Angélica Dass desafía la forma en que pensamos sobre el color de la piel y la identidad étnica. Se ha convertido, además, en un referente para miles de escuelas en todo el mundo, porque ese es, también, uno de sus objetivos: posicionar la diversidad como un valor en el proceso educativo.

“Utilizo la fotografía –dice–, como un pretexto para conversar sobre diversidad”. Pretende de esta manera que reflexionemos sobre el color de la piel, para deshacer falsas etiquetas como las de blancos, negros o amarillos, asociadas a la raza, ofreciendo para ello un universo de colores. “Esos retratos –sostiene– hacen que nos repensemos lo que somos como seres humanos”.

En última instancia, Angélica Dass se ha propuesto desactivar cualquier pretensión de clasificar la humanidad en función de la raza. “Si el concepto de raza es una construcción social –concluye–, eso significa que podemos deconstruirlo”. Y parece que no le falta razón, porque las razas no existen, ni biológicamente ni científicamente. Nuestro origen común, pertenece al mismo repertorio genético y las variaciones que podemos constatar no son el resultado de genes diferentes. Si de “razas” se tratara, hay una sola “raza”: la humana, asegura José Marín González, Doctor en Antropología de la Universidad La Sorbonne de París.

Se trata de un proyecto ambicioso de la artista, que lucha contra la discriminación racial y los estereotipos vinculados al color de piel y que apuesta por cambiar mentalidades.

Que tengas suerte Angélica

Las mesas de Putin

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El presidente chino, Xi Jinping, está en Moscú y ha sido recibido por Putin en el Kremlin.

Atención a la mesa que les separa, o les une. Casi no da para el centro de flores.

Nada que ver con la que utilizó para recibir al presidente francés Emmanuel Macron, al alemán Olaf Scholz y al secretario general de la ONU, Antonio Guterres.

Parecen mesas no friendly.

Sin embargo, la cercanía se hizo más evidente cuando recibió a Marine Le Pen y a Valentina Tereshkova.

Y por si hubiera alguna duda sobre el carácter amistoso de la mesa de Xi y la ansiada cercanía del dirigente ruso, es la misma que reunió a Putin con Aleksandr Lukashenko, Bashar al-Ássad, Jair Bolsonaro, Nicolás Maduro y el cubano Miguel Díaz-Canel.

¡Ay, si las mesas hablaran!

Al pan, pan; y al vino, vino

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Cada vez que vuelvo a puerto, tengo la impresión de que la gente habla más raro.

Si Blas de Lezo, al que llamaban “mediohombre” por haber perdido en combate una pierna, un brazo y un ojo, desembarcara con nosotros, hoy no sería un cojo, manco y tuerto, ni siquiera un lisiado, sino un discapacitado, o pluridiscapacitado en el mejor de los casos. Y si pudo llegar a coquetear con la locura, sería una persona con un trastorno mental severo. Ya no hay paralíticos, ni cojos, ni ciegos, ni sordos, todos tienen una discapacidad visual, auditiva, física o motora.

He llegado a oír que un futbolista pequeño es un jugador con el centro de gravedad bajo y a leer que un vago es un estudiante con bajo rendimiento académico. Los presos son internos y los ancianos personas mayores o de la tercera edad.

Hace tiempo que los negros dejaron de serlo para ser “de color”. Ahora, a nadie le chirría el oído oír hablar de afroamericanos; y los moros de la morería, son magrebíes o norteafricanos.

Ya no hay cocineros, todos son restauradores o chefs; ni peluqueros, ni porteros, que ejercen como estilistas y conserjes. Los dentistas son ondontólogos o estomatólogos y los callistas pedicuros. Barrenderos y jardineros opositan como técnicos de limpieza viaria o de parques y jardines. Y las putas… las putas son trabajadoras sexuales.

La gente ya no folla o hace el amor, ahora tienen o practican sexo, como si fuera un deporte. A los pobres les llaman desfavorecidos. Los muertos pierden la vida y hasta mentir es faltar a la verdad.

Y hablando de mentir, en los mentideros económicos flexibilidad equivale a barra libre a la hora de contratar o despedir; reformas a recortes y reajuste laboral o regulación de empleo a despido. La bajada de sueldos se ha presentado como devaluación competitiva de salarios. Y la emigración forzosa de jóvenes en paro, como movilidad exterior; Fátima Báñez dixit. Por no hablar del despido en diferido de Bárcenas tras su actividad extracontable sin carácter finalista, creación sublime de Dolores de Cospedal.

La regularización tributaria especial de Montoro era una amnistía fiscal para los defraudadores. El desabastecimiento producido por una huelga de transporte es una rotura de stock. Inyectar liquidez a la banca es trasvasar dinero público a empresas privadas y cuando la economía entra en recesión… experimenta un crecimiento negativo (contradictio in terminis).

Las separaciones matrimoniales se visten de seda. Cuando anunciaron la suya Jaime de Marichalar y la infanta Elena fue un “cese temporal de convivencia” y una “interrupción de su relación matrimonial” cuando les llegó el turno a Iñaki Urdangarin y Cristina de Borbón.

El cabeza de familia ahora es el sustentador principal. Ya no hay amas de casa sino responsables de las compras habituales del hogar y los minipisos son soluciones habitacionales imaginativas.

Las tendencias políticas son sensibilidades, la geometría variable es el resultado de la debilidad parlamentaria y las perversiones sexuales de los curas aparecen en los documentos oficiales de la Iglesia como contactos inapropiados.

Al negocio derivado del seguimiento informático de nuestros gustos y aficiones le llaman plusvalía del comportamiento y al sistema de espionaje que lo fundamenta, capitalismo de la vigilancia.

Los odiosos daños colaterales refieren siempre a la muerte de civiles inocentes. Las devoluciones de menores a Marruecos son retornos asistidos. La presencia de inmigrantes iraquíes en la frontera entre Polonia y Bielorrusia es una agresión híbrida. Y la guerra de Ucrania, una operación militar especial.

La última es la de los personajes de Dahl. Ya no hay feos, ni calvos, ni locos, y los gordos son enormes. Y por si no fuera suficientemente ridículo llamar a los gatos y a los perros, mascotas, he oído que los de la Guardia Civil son agentes caninos.

¡Ene bada! Nunca tantas palabras dijeron tan poco… o tanto. Si como ha dicho Luis Rojas-Marcos somos lo que hablamos, qué somos. Una sociedad pacata, hipócrita, remilgada y mojigata, tonta de capirote, por no decir otra cosa, que vive una realidad innombrable.

Los eufemismos, decía Orwell, son como la tinta que utiliza el pulpo para ocultarse, palabras que caen sobre los hechos como nieve blanda, difuminan los contornos y sepultan todos los detalles.

Yo me vuelvo a la mar. En mi galeón, hablamos siempre con respeto, por más que la realidad sea dura y, en ocasiones, hasta cruel, pero llamamos al pan, pan, y al vino, vino. No nos engañamos y nos entendemos mucho mejor.