Los fusiladores han hecho del amanecer un tiempo de canallas. No sabemos por qué, pero el alba ha sido siempre el momento preferido por los ejecutores para descerrajar sus fusiles.
Continuar leyendo «Al alba»Gilmour vuelve a escena
A sus 78 años, el vocalista, guitarrista y uno de los compositores y líderes de la mítica banda londinense Pink Floyd, vuelve a escena; y lo hace en familia, aportando savia nueva del árbol de la vida.
Continuar leyendo «Gilmour vuelve a escena»La canción favorita de Paul McCartney
Era 6 de julio de 1957, un sábado caluroso y húmedo. En Woolton, un suburbio del sur de Liverpool, se celebraba la fiesta parroquial anual en la iglesia de St. Peter. Cuando Paul llegó, sobre el escenario, John cantaba Come go with me, al frente de los Quarrymen. ¡Es genial!, pensó, impresionado por su magnetismo y su liderazgo. A pesar de sus rudimentarias habilidades con la guitarra y su tendencia a improvisar cuando olvidaba la letra, era capaz de mantener al público expectante con su encanto. Después del concierto, fue Paul quien impresionó a John. Ivan Vaughan, amigo de John y compañero de clase de Paul en el Liverpool Institute, hizo las presentaciones. Paul cogió la guitarra que llevaba a la espalda y cantó algunos temas de Eddie Cochran, Gene Vincent y Little Richard. John quedó impactado por el talento natural de Paul para interpretar aquellas canciones. Unas semanas después, Paul era invitado a formar parte del grupo. Allí empezó todo. John Lennon, tenía 16 años, y Paul McCartney, 15.
Continuar leyendo «La canción favorita de Paul McCartney»Vangelis, in memoriam
Recién cumplidos los 79 años, Evángelos Odysseéas Papathanassíou, Vangelis para los amigos, y hasta para los enemigos, ha fallecido en París, la ciudad que le vio nacer como músico de éxito.
Fue allí donde formó, en el convulsionado 68, el grupo Aphrodite’s Child, junto a su primo Demis Roussos (bajo y voz) y el batería Lucas Sideras.
Más conocido por la composición de bandas sonoras para el cine, como Carros de fuego, ganadora del Oscar a la mejor banda sonora en 1981, Blade Runner (1982) y 1492: La conquista del paraíso (1992), hoy le recordamos con el video de su primer single que abre esta entrada: Rain And Tears, una adaptación del Canon en Re Mayor de Pachelbel que hizo con 25 años y que se convirtió en el primer éxito de Aphrodite’s Child y de su larga carrera musical.
D.E.P.
Mi bebé solo se preocupa por mí
Escrito en castellano, este título no dice nada, o casi nada. Sin embargo, en inglés, My baby just cares for me, ya es otra cosa: la canción más emblemática de una de las grandes estrellas del firmamento musical.
Aunque empezó a tocar el piano con tres años, con gran talento, nadie podía imaginar que Eunice Kathleen Waymon llegaría tan lejos. Ni siquiera Muriel Massinovitch, su primera profesora de piano, cuando recurrió a los vecinos de Tryon (Carolina del Norte) para que el don de su virtuosa alumna no acabase en el mismo barrizal que el de otros muchos músicos por el simple hecho de ser negra y pobre.
En realidad, la cadena de solidaridad había comenzado en la casa donde la madre de Eunice servía a finales de los años treinta, cuando la niña tenía solo seis años. Según contó la propia artista en su autobiografía, Víctima de mi hechizo, la señora Miller fue a verle tocar y le dijo a su madre: “Con semejante talento, sería un pecado que no tomase lecciones de piano. Mamá le dijo que no podíamos pagarlas. La señora Miller reflexionó un par de segundos y luego dio una respuesta: me pagaría las clases durante un año”.
Al concluir ese primer año, la señorita Mazzy —como su alumna la llamaba— creó el Fondo Eunice Waymon, con el fin de recaudar el dinero necesario para que la futura estrella pudiera terminar los estudios secundarios y de música. La ciudad respondió con entusiasmo a la llamada de la profesora, pero el Curtis Institute of Music de Filadelfia, uno de los conservatorios más prestigiosos de EEUU, terminó rechazando a la virtuosa Eunice, precisamente por ser negra.
Después del soponcio, comenzó a buscar trabajos que le permitieran seguir recibiendo clases particulares. En el primero de ellos acompañaba al piano a los alumnos de una profesora de canto interpretando temas melódicos y de jazz. Fue allí donde, probablemente, puso por primera vez sus ojos en la partitura de My baby just cares for me, canción incluida en el musical Whoopee!
Por las noches tocaba en garitos nocturnos de Atlantic City, en Nueva Jersey. Cuando terminó su primera noche en el Midtown Bar and Grill, el dueño del local, acodado en la barra, le preguntó de malos modos por qué no había cantado en las siete horas de recital, y ella le respondió: “soy pianista”. “Mañana por la noche serás cantante –le dijo–, si no, te quedarás sin trabajo”.
Tenía 21 años y le atormentaba la reacción que pudiera tener su madre, ministra de la iglesia metodista, si llegara a leer en el cartel del piano bar: “Esta noche, Eunice Waymon”. La imaginaba diciendo: “¿Un bar? ¡Dios mío, tengo al diablo en mi propia familia! Decidió entonces esconderse detrás de un nombre artístico y así nació, en aquel garito, Nina Simone. Nina, porque un chico hispano con el que salía tenía la costumbre de llamarla ‘niña’, y Simone para rendir homenaje a la actriz francesa Simone Signoret, por quien sentía gran admiración
El dueño de Bethlehem Records, Sid Nathan, reparó en su talento y le ofreció su primer contrato discográfico. Sin entusiasmo alguno, Simone grabó en catorce horas algunos temas de jazz y de góspel y añadió varias canciones propias cuyos arreglos escribió casi sobre la marcha. Pero Nathan le pidió que añadiera alguna más animada para cerrar el álbum y eligió su arreglo de My baby just cares for me.
Little Girl Blue fue grabado en 1957 y publicado en 1958. Ni el disco, ni la propia canción, tuvieron una acogida particularmente entusiasta, pero aquello le colocó en el mercado discográfico, hizo despuntar una carrera de intérprete a caballo entre el pop y el jazz y le permitió hacerse un nombre. Nina Simone estaba muy implicada en la lucha contra la segregación racial en su país y llegó a pensar que podía cantar para ayudar a su gente, “y eso pasó a ser el pilar de mi vida. Ya no era el piano, ni la música clásica. Ni siquiera la música popular. Era la música por los derechos civiles”. Convertida en icono del black power abandonó EEUU tras el asesinato de Martin Luther King.
Olvidada por el gran público y al borde de la ruina, en 1987, un anuncio de Chanel Nº 5 acompañaba las imágenes con su versión de My baby just cares for me. Treinta años después de su grabación triunfaba en las listas de ventas. Sorprendida, llamó a su representante, quien comprobó, para disgusto de ambos, que la artista no tenía derecho a un solo céntimo de los enormes royalties que el tema generaba.
Nina Simone recordó cómo acabaron las catorce horas de grabación de aquel día de 1957: “Nathan me dio un papel para que lo firmara, lo que hice sin leerlo (…) Había renunciado a prácticamente todo lo que habían generado mis grabaciones allí. Y eso me había costado más dinero del que podía contar”. Entonces se dijo, tengo que aprovechar esta oportunidad para recorrer el mundo, porque es la última que tengo. Y vaya si lo hizo. Hasta 2002, un año antes de su muerte a los setenta años, no paró de actuar.
My baby just cares for me llegó a su primer disco como una canción de relleno, se convirtió en la más emblemática de su carrera musical, pero los beneficios que generó fueron para otros.
Hay que tener mucho cuidado con lo que se firma.
Y Carrero voló, “yup la laaaa”
Tal vez resulte políticamente incorrecto, en tiempos de lucha por “el relato”, recordar el vuelo del almirante Carrero Blanco, pero esta entrada solo pretende escarbar en el origen de aquella canción que, al menos en mi tierra, lo celebraba.
La canción es Karrerorena (la de Carrero), también conocida como Yup la la, compuesta tras el atentado, en principio, por el cantautor de Ezterenzubi Eñaut Etxamendi e interpretada por primera vez junto al también bajonavarro Eñaut Larralde, con quien formaba el duo Etxamendi ta Larralde, en un kantaldi en la localidad zuberotarra de Maule.
Pronto adquirió gran popularidad y se cantaba en fiestas y actos de naturaleza abertzale a partir del verano de 1974. Después de cada estrofa, un estribillo repetía:
Jende lasterkatzaile krudela
bera die igorri…
¡Yup!, la la
¡Perseguidor cruel,
ahora el castigado ha sido él!
¡Yup!, la la
… y la gente lanzaba los jerséis al aire, o la prenda que tuviera más a mano.

Aunque la enciclopedia Auñamendi reconoce a Etxamendi como autor de Karrerorena, se ha llegado a especular sobre la posible autoría de un cantautor eibarrés, incluso que podría tratarse de la adaptación de un vals alemán. Nada de eso.
En 1959, Marty Robbins, un cantante country que nunca llegó a ser muy conocido por estos pagos y que llegó a ser número uno en los suyos, compuso El Paso, su canción más emblemática, una balada de pistoleros que canta al amor por Felina, joven bailarina mexicana de la cantina de Rosa.
Eñaut Etxamendi cambió la letra de El Paso; cambió la historia de un vaquero enamorado que huye tras matar en duelo al cowboy que había osado cortejar a Felina y vuelve al lugar del crimen para poder besar por última vez a su amada, por la del presidente del Gobierno que saltó por los aires.
A quienes habéis oído o cantado la canción, os recomiendo que escuchéis el vídeo que abre esta entrada. No hay ninguna duda.
Un gato triste y azul
Gato blanco, gato negro, lo importante es que cace ratones, le gustaba decir a un antiguo presidente de esta tierra de conejos. Lampedusa nos regaló un gato pardo, con el que quería cambiarlo todo para que nada cambiara. Y, entre los grises… cómo olvidar a Grisi, sus orejas tiesas, sus largos bigotes blancos y aquella discreta mirada felina. Pero… ¿hubo, alguna vez, un gato azul? y ¿triste? A juzgar por los trabajos del psiquiatra Jeffrey Burgdort, que lleva años estudiando las señales de la felicidad en los animales, puede que triste sí, pero lo de azul tiene su historia.
En Cachoeiro de Itapemirim, un municipio brasileño del estado de Espírito Santo, también hay gatos, siempre los hubo, como en todas partes. Allí nació, en 1941, un niño al que pronto apodaron Zunga. Cuando era un chiquillo… qué alegría… soñaba con ser famoso, tal vez cantante, algún día. Con seis años ya hacía sus pinitos en las emisoras de radio locales. Puso todo su empeño y lo consiguió. Lo que no sabía Roberto Carlos era que un gato le daría tantas alegrías.
Con su sueño cumplido, cuenta en el vídeo que en 1968 ganó el Festival de San Remo con una canción que no estaba entre las favoritas, Canzone per te; y que, sin embargo, cuando volvió en 1972 con una “favoritísima”, perdió. Esta era Un gatto nel blu, compuesta por el napolitano Gaetano ‘Totò’ Savio y el florentino Giancarlo Bigazzi.
Un gatto nel blu guarda le stelle, (Un gato en el azul mira las estrellas)
non vuol tornare in casa senza te. (no quiere volver a casa sin ti)
Sapessi quaggiù che notte bella, (Si supieras qué bella es la noche aquí abajo)
chissà se un gran dolore si cancella. (quién sabe si un gran dolor se puede borrar)
Un gatto nel blu, ecco che tu (Un gato en el azul, y de pronto tú)
spunti dal cuore, mio caro amore. (surges del corazón, querido amor mío)
Fra poco sarai negli occhi miei, (Dentro de poco estarás en mis ojos)
anche sta sera… una lacrima sei. (también esta noche eres una lágrima)
Tras el fracaso sanremesino, Buddy y Mary McCluskey la tradujeron al español y pronto entró en las listas de discos más vendidos como El gato que está triste y azul. Un gatto nel blu, un gato en el cielo, en el azul italiano cuando anochece, pasó a ser un gato en la oscuridad, un gato azul… y triste, por el recuerdo de un amor perdido… cuando era un chiquillo. Así pues, no hay gato encerrado en esta canción, sólo una licencia poética de los traductores y, aunque sigue sin entenderla, desde entonces, un gato azul… y triste habita en la garganta de Roberto Carlos.
El gato que está en nuestro cielo,
no va a volver a casa si no estás.
No sabes mi amor, qué noche bella,
presiento que tú estás en esa estrella.
El gato que está triste y azul,
nunca se olvida que fuiste mía.
Más sé que sabrá de mi sufrir,
porque en mis ojos, una lágrima hay.
Con el azul saturado y colas para entrar, en Reino Unido acaban de reconocer, por ley, que los animales son seres con sentimientos. Aún y todo, habrá quien le busque tres pies al gato, sobre todo si es azul, pero… quién lo dudaba.
Fragile
Un buen día, Gordon Mathew Thomas Summer, decidió dejar su trabajo de maestro de escuela en Cramlington, pueblo minero al norte de Newcastle, para seguir un camino que le llevaría a convertirse en catedrático del rock. Sting, tocó la gloria con The Police. Pero… otro buen día, decidió continuar por ese camino en solitario.
Y llegó Fragile, uno de los temas incluidos en su segundo álbum de estudio, “…Nothing Like The Sun” (Nada como el sol). Con el sello de alma y compromiso que imprime a sus canciones, Sting compuso Fragile pensando en Benjamin Linder, un ingeniero civil estadounidense abatido por la “contra” nicaragüense, el 28 de abril de 1987, cuando se encontraba trabajando en un proyecto hidroeléctrico para suministrar energía a las zonas deprimidas del norte de Nicaragua; sintiendo cómo la lluvia tropical empapaba su cuerpo.
La lluvia sigue y sigue cayendo,
como lágrimas de una estrella,
una y otra vez la lluvia nos dirá
lo frágiles que somos.
El 11 de septiembre de 2001, Sting preparaba un concierto íntimo ante un público formado por un pequeño grupo de amigos y fans en su casa de la Toscana italiana, que sería transmitido por internet para todo el mundo y se convertiría en su primer álbum en vivo en quince años “… All This Time”. Mientras daba los últimos retoques le llegó la trágica noticia del ataque al World Trade Center de Nueva York.
“Me enteré sobre las tres de la tarde y teníamos que empezar a las nueve. No sabía qué hacer. Para colmo, uno de mis mejores amigos estaba en las malditas Torres Gemelas. Y sentí que había muerto. Reuní a toda la banda y les pregunté cuál era su opinión. Todos me dijeron que lo mejor era hacer el concierto. Y acepté”. Como gesto de respeto a las víctimas, Sting decidió transmitir sólo una canción: Fragile.
Aunque fue escrita en 1987, su mensaje sigue vigente. Más, cuando un virus microscópico es capaz de poner a nuestra civilización contra las cuerdas, dejando en evidencia lo frágiles que somos.
One minute you’re here (next you’re gone)
El 23 de septiembre Bruce Springsteen sopló 71 velas, con la fuerza y el talento necesarios para seguir haciéndonos sentir la música y su vigésimo disco de estudio, a punto de ser lanzado a los cuatro vientos.
En noviembre del año pasado el boss volvió a reunir a la legendaria E Street Band en su establo de Colts Neck, en Nueva Jersey, para grabar Letter to You. El hilo conductor que recorre el disco es la muerte, la pérdida de amigos y excompañeros de banda.
“Baby baby baby, i’m coming home” canta Bruce Springsteen en los primeros compases del tema que abre esta entrada, One minute you’re here (next you’re gone). Vuelve a casa, para llevarnos con su guitarra acústica por caminos de hierro, de manera dulce y acompasada, en una metáfora de nuestra efímera existencia:
“El gran tren negro llega vías abajo, haz sonar tu silbato una y otra vez,
hace un minuto estabas aquí, al minuto siguiente te has ido”
Letter to You es una carta escrita a corazón abierto. Un diálogo con los amigos y excompañeros que han ido quedando junto a las vías, con sus fantasmas y espíritus, esos que se le aparecen ahora solo en sueños. Él mismo se incluye entre los destinatarios: “Ves venir el último tren –declaraba a ‘Rolling Stone’– y sabes que las últimas estaciones que te quedan están contadas”. Pero también es una carta que desprende un reconfortante aroma a supervivencia, un homenaje al espíritu del rock & roll.
El boss tiene, además, el don de la oportunidad, porque esta reflexión sobre la naturaleza temporal de nuestra existencia nos llega, precisamente, en un momento en el que un desconocido nos espera, agazapado, a la vuelta de la esquina con la guadaña afilada… “hace un minuto estabas aquí, al minuto siguiente te has ido”.
En la casa de las mil guitarras, Springsteen levanta su copa y nos propone un brindis. “Por el rock & roll”, dice, y hace una pausa larga antes de continuar: “o lo que queda de él”, y se ríe.
No es no
Hay canciones, sin embargo, que no necesitan comentario.