Riace: una bonita historia en tiempos de xenofobia

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Stefano Mariottini buceaba persiguiendo un mero en las cálidas aguas del mar Jónico, frente a la costa de Riace, cuando vio que de la arena del fondo marino salía lo que parecía un brazo humano. Por un momento pensó que aquello podía ser cosa de la ‘Ndrangheta, que había encontrado los restos de un cadáver. A su lado yacía otro. Pero no había motivo para asustarse. Eran dos estatuas de bronce del siglo V a.C. procedentes, probablemente, del naufragio de algún barco en tiempos de Pericles. Desde que fueron rescatados aquel 16 de agosto de 1972, son conocidos como los Guerreros de Riace y se exponen en el Museo Nacional de la Magna Grecia de Reggio Calabria.

Pasado el entusiasmo por el descubrimiento, la vida de aquel pequeño pueblo medieval, engastado en la montaña de la costa calabresa, en el sur de Italia, muy cerca de la punta de la bota, volvía a la normalidad, a la cruda realidad: una triste existencia hecha de emigración y abandono. Riace se moría, boqueaba como un pez fuera del agua. Sus vecinos emigraban hacia las ciudades industriales del norte y al extranjero y, para mediados de los noventa, era ya una aldea despoblada, atrapada entre el olvido y la ‘Ndrangheta, la mafia calabresa.

Pero una noche luminosa de julio de 1998, por el mismo camino que habían llegado los Guerreros de Riace, arribó un velero que navegaba a la deriva con casi doscientas personas a bordo, encallando en las rocas. 66 hombres, 46 mujeres y 72 niños bajaron de aquella precaria embarcación en la playa de piedra de la zona baja del pueblo. A su manera revelaron distintos orígenes: Irak, Siria y Turquía, pero todos tenían una historia común: eran kurdos que huían de la guerra y la represión que vivían en su tierra.

Domenico “Mimmo” Lucano tenía cuarenta años cuando se produjo el desembarco de aquella gente que hablaba raro. Era uno de los jóvenes del pueblo que había probado suerte en otras ciudades más al norte, pero las raíces le tiraban tanto que había decidido volver y allí estaba cuando parte de los seiscientos habitantes de Riace bajaron a llevarles agua, comida y mantas. Conocía el conflicto kurdo y se sentía atraído por su historia, su cultura y su pertinaz lucha.

Aquellos primeros refugiados se albergaron en una estructura de la iglesia. Casas había de sobra, pero estaban abandonadas hacía décadas, muchas en ruinas. Lucano se enteró de la posibilidad de conseguir fondos de la Unión Europea para ayudar a quienes pudieran obtener el estatus de refugiado y para la puesta en valor del patrimonio arquitectónico de pueblos como el suyo. Se puso en contacto, uno por uno, con los dueños de las casas abandonadas que vivían en Milán, Roma, Munich, Sídney o Buenos Aires, obtuvo su permiso para restaurarlas y consiguió los fondos para rehabilitar el pueblo con la ayuda de los kurdos, que habían llegado con ganas de labrarse un futuro.

Lucano vio en aquella circunstancia la oportunidad de convertir Riace en un pueblo de acogida que lo sacara de la agonía y en 1999, con los lugareños y los inmigrantes que habían decidido quedarse, fundó la asociación “Città Futura”, dando vida a un proyecto de acogida con el firme propósito de integrar a los refugiados en aquella comunidad que estaba destinada a desaparecer.

En 2004 creó una lista vecinal con otros integrantes de “Città Futura” a la que llamó “La otra Riace” y ganó cómodamente las elecciones. Desde el ayuntamiento, podía intensificar el trabajo de acogida: facilitar trámites, otorgar permisos de residencia y documentos de identidad, regular las construcciones y el trabajo de los servicios públicos. Otras familias de África y Asia se fueron acercando y un pueblo envejecido y abandonado volvía a tener vida. Además de los trabajos de rehabilitación de inmuebles, se abrieron talleres artesanales y de oficios tradicionales en la región, casi olvidados, bares y restaurantes, granjas educativas, huertas y almazaras, cooperativas agrícolas, para la recogida de residuos y la limpieza de las playas, creando puestos de trabajo y nuevas oportunidades, tanto para los lugareños como para los inmigrantes. La escuela del pueblo, que estaba a punto de cerrar por falta de alumnos, se convirtió en referencia para la región por la cantidad de idiomas que se enseñaban y hablaban.

Fue reelegido en 2009 y 2014, convirtiendo Riace en un modelo ejemplar de acogida e integración de inmigrantes y, al mismo tiempo, de recuperación y crecimiento de un pueblo, como tantos otros, condenado al abandono, que ha inspirado, incluso federado, a otros, en Sicilia y el Piamonte. Un modelo que el profesor Mario Ricca, jurista de la Universidad de Parma especializado en cuestiones migratorias, ha calificado de “intelligration” (integración inteligente), “clave para transformar la hostilidad en hospitalidad”, un símbolo que ha dado la vuelta al mundo. Wim Wenders filmó allí “Il volo” (“El vuelo”), un documental que retrata la experiencia de la aldea y sus habitantes, nuevos y viejos, elogiando el modelo como “una verdadera utopía”, y en 2016, la revista Fortune incluyó a Lucano entre los cincuenta líderes más influyentes del mundo.

Desde aquel lejano 1998, han pasado por Riace más de 6.000 inmigrantes y refugiados. Hoy, es un pueblo lleno de vida. Tiene 2.313 habitantes de los cuales casi una cuarta parte, 532, son inmigrantes, procedentes de 38 países: Nigeria, Eritrea, Mali, Somalia, Pakistán, Afganistán, Siria, Iraq… todos integrados en el Sistema de Protección para Solicitantes de Asilo y Refugiados (SPRAR, en italiano) y, en términos de PIB, es un 43% más rico que cuando Lucano llegó a la alcaldía en 2004.

Pero sobrevino la “crisis de los refugiados” y el auge de la xenofobia, contaminando todos los quehaceres relacionados con la inmigración que, rápidamente, se convirtió en una de las principales preocupaciones de la política nacional e internacional, y el modelo Riace se empezó a ver como una excepción no deseable.

A comienzos de 2016, un inspector del SPRAR elaboró un informe muy negativo, según el cual el alcalde permitía la permanencia en el pueblo a los inmigrantes que habían terminado los proyectos financiados por la Unión Europea y no tenían papeles para quedarse. Además, el municipio debía una gran cantidad de dinero en términos de impuestos por el otorgamiento de documentos que nunca se habían pagado. Como los inmigrantes no tenían dinero, la alcaldía se los daba gratis. Un verdadero “caos” según el informe del inspector.

El SPRAR suspendió el envío de nuevos fondos, algo a lo que en Riace estaban acostumbrados. Era habitual que, por razones burocráticas, la llegada del dinero de la Unión Europea se retrasara, incluso que quedara bloqueada durante un plazo más o menos largo, pero siempre terminaba llegando. Para sobrevivir, Lucano y su gente llegaron a crear su propia moneda comunal, una especie de bonos en forma de billetes con las efigies de Gandhi, Martin Luther King, el Che Guevara y otros líderes, que sustituían en el municipio al dinero corriente y que, una vez llegados los fondos europeos, se canjeaban por moneda oficial.

Pero, como es sabido, no hay una buena historia sin la participación de un villano que se precie, el antagonista cruel y desalmado que amenaza con cargarse todo aquello que ha dado sentido al trabajo del protagonista. Así, apareció sobre las colinas del pueblo, Matteo Salvini, nuevo ministro del Interior y líder de la Lega que desde junio de 2018 cogobierna Italia, para arrojar sobre Riace a sus guerreros y enterrar su modelo en el fondo del mar.

Lucano mantuvo un abierto enfrentamiento con Salvini, que había decidido bloquear los fondos destinados a los proyectos de acogida en Riace. Se atrevió, incluso, a desafiar al ministro y en los primeros días de agosto inició una huelga de hambre, lanzando un manifiesto en el que denunciaba “las injusticias que como comunidad de acogida estamos sufriendo” y advirtiendo: “Estamos llegando al punto de no retorno. Si no hay una asignación planificada, no solo terminará la experiencia de Riace, sino que al menos 165 refugiados, 50 de ellos niños, terminarán en medio de una carretera y cerca de 80 empleados se quedarán sin trabajo. Numerosas actividades comerciales que han proporcionado bienes, principalmente alimentos, durante más de un año, no recibirán el pago del crédito que han acumulado. La economía de toda la comunidad, un modelo mundial de recepción e integración, colapsará bajo una pila de escombros.” Firmado: Doménico Lucano (Un alcalde rebelde)

Sentado en los escalones de la taberna de Donna Rosa se lamenta: “Están destruyendo el pueblo, corremos el riesgo de que se cierre todo, incluido el asilo. Podíamos seguir sin fondos europeos como proyecto independiente, pero dos años es demasiado tiempo y hemos acumulado bastantes deudas”. El futuro inmediato de lo que Lucano llamó “la utopía de la normalidad” es realmente incierto y corre serio peligro. Mientras, en una de esas interminables tardes, rotas por el toque de las campanas, los niños juegan en el nuevo campo de fútbol pidiéndose a gritos la pelota en dialecto calabrés, sin ser conscientes de ello.

Desde el 2 de octubre, Doménico Lucano está suspendido de sus funciones y se le ha prohibido vivir en su pueblo, acusado de favorecer la inmigración ilegal, de violar las normas de permanencia de inmigrantes y de haber cometido irregularidades en la concesión del servicio de recogida de basuras a dos cooperativas sociales, L’Arcobaleno y Eco-Riace, creadas para dar trabajo a los inmigrantes acogidos. Tanto a él, como a su compañera, Tesfahun Lemlem, y a otras treinta personas detenidas, se les acusa, también, de haber forzado los procedimientos para permitir que algunas jóvenes inmigrantes permanezcan en Italia mediante matrimonios de conveniencia, por lo que a Tesfahun se le ha prohibido salir del municipio, con la obligación de comparecer dos veces al día en la comisaría. Además de bloquear durante dos años los fondos europeos destinados a mantener el proyecto de acogida, Matteo Salvini ha ordenado el día 14 que los inmigrantes acogidos al programa SPRAR abandonen el municipio y se trasladen a centros oficiales de otras localidades de Italia. Aunque, tras la polémica desatada, ha reconsiderado su orden precisando que los traslados serán voluntarios, pero añadiendo que los que decidan seguir en Riace dejarán de beneficiarse del sistema de acogida.

Doménico Lucano se ha convertido en el rostro de la lucha contra la xenofobia en la Italia de Salvini, pero no todas las historias bonitas tienen un final feliz y ésta aún no ha terminado. Héroe o villano. ¿De qué lado caerá la victoria?

“El viento cambió la historia de este pueblo”, suele decir Lucano recordando la llegada de aquel velero. Pero la dirección ha cambiado y hoy arrastra negros nubarrones, mientras los lugareños sueñan con ver a Salvini y sus secuaces convertidos en estatuas de bronce y enterrados en la arena del fondo del mar, como los Guerreros de Riace.