He de decir que mi relación con el marxismo es más cosa de Groucho que de Karl, pero aun a riesgo de parecer un peligroso comunista, chavista y bolivariano, hoy me atrevo a criticar al liberal José María Ruiz Soroa, por un artículo que acabo de leer en El Diario Vasco, titulado De la dictadura del proletariado a la democracia genuina.
Cierto es que su liberalismo militante suele alimentar reflexiones interesantes, pero a veces le puede la inquina y se deja llevar, como en esta ocasión, cuando comenta algunos pasajes extraídos del prólogo que la vicepresidenta del Gobierno, Yolanda Díaz, ha escrito para una nueva edición de El Manifiesto Comunista de Marx y Engels.
En uno de esos párrafos, que critica el autor, Yolanda Díaz sostiene: «El poder transformador del ‘Manifiesto’ nos habla de utopías encriptadas en nuestro presente que no son un dogma estático, imperturbable, monocolor, anclado en su propia razón, sino una clave interpretativa tan borrosa como exacta que nos permite pulir y retocar una y otra vez nuestra visión del mundo y de las cosas».
¡Ahí queda eso!, dice Ruiz Soroa. Y añade: Lo mismo podría escribirse del Evangelio. Pues claro, señor mío. Leer hoy determinados versículos del Levítico, no en clave interpretativa, sino como dogma estático, puede llevarnos a hacer interpretaciones al menos comprometidas.
Continúa afirmando que lo primero que llama la atención en este prefacio –a él claro–, es su silencio estruendoso sobre una afirmación de Marx y Engels en el mismo ‘Manifiesto’: la de que «el gobierno de los estados modernos no es más que un comité que administra los negocios comunes de toda la clase burguesa». Pongan «capitalismo» en el lugar de «burguesía» e intenten explicar cómo puede ser que el gobierno de un sistema capitalista liberal esté vicepresidido por una comunista.
Ruiz Soroa no se explica cómo es posible, porque no quiere. Evita poner en su contexto lo que se escribió hace casi doscientos años, pretendiendo que hagamos en el siglo XXI una lectura literal, estática, sin tener en cuenta lo que ocurría en aquellos estados «modernos».
Cuando la Liga de los Comunistas encargó a Marx la redacción de su manifiesto, las asociaciones obreras eran ilegales en numerosos países y los trabajadores no podían votar; es decir, no había forma de que pudieran ver representados sus intereses en un gobierno al que solo llegaban quienes tenían «posibles». Los trabajadores de hoy pueden votar en elecciones libres y tener representación en el parlamento, incluso en el Ejecutivo. La evolución posterior ha hecho que el citado párrafo quedara obsoleto. No tiene, por lo tanto, ningún sentido extraer aquello que se escribió en 1848, para describir lo que ocurría entonces, hacer comparaciones con lo que sucede en 2021, como si nada hubiera cambiado, y luego pedirnos que intentemos explicarlo.
Es precisamente por eso por lo que Yolanda Díaz dice que el Manifiesto debe leerse en clave interpretativa y no como un dogma estático. Parece mentira que Ruiz Soroa intente tender al lector una trampa tan burda. Debe ser que el inexorable paso del tiempo le está desgastando las meninges. No todo vale.