Una metáfora del vacío, es lo que ha quedado tras el incendio declarado la noche negra del pasado día 2 en Río de Janeiro. En junio, había celebrado sus 200 años con el regalo de un crédito extraordinario para instalar un sistema antiincendios del que carecía. Tarde. Demasiado tarde. Uno de los centros culturales y de producción de conocimiento más importantes del mundo, que ya lo era en los años veinte cuando fue visitado por Einstein y Marie Curie, ha quedado arruinado. Veinte millones de piezas, registros no digitalizados de lenguas nativas que ya no existen, fósiles, dinosaurios, momias egipcias, frescos de Pompeya… y una biblioteca de antropología social de cientos de miles de volúmenes, todo, destruido en nueve interminables horas. Un monumento a la desidia.
Museo Nacional de Brasil
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