Probablemente, conceptos como nacionalismo, independencia, soberanía y otros muchos que utilizamos, sean ya más propios del siglo XIX que del XXI y necesiten que los adaptemos a las nuevas realidades, pero se me rasgan los ojos y me chirrían los oídos cuando leo y oigo a nacionalistas españoles argumentar sobre lo malísimo que es el nacionalismo cuando éste es vasco, catalán, escocés o kosovar.
Esto es lo que Rafael Sánchez Ferlosio formuló como “la moral del pedo”. En un lugar cerrado –decía–, el nacionalismo opera de manera similar a cuando socializamos los gases intestinales: se convierte en ese hálito que sólo nos molesta cuando es ajeno.