¡Perra vida! o ¡qué vida más perra!, son exclamaciones que todavía se utilizan como sinónimo de una mala vida, llena de incomodidades y dificultades, o como lamento de la propia existencia, por parte de personas que sufren mucho. Pero son expresiones que han quedado obsoletas, porque los perros ya no viven tan mal.
Los centros comerciales habilitan secciones dedicadas en exclusiva a su alimentación y a la venta de todo tipo de accesorios y complementos para su salud y belleza. Hay hasta tiendas de repostería artesanal especializadas en dulces para perros; también clínicas caninas y peluquerías; parques exclusivos, tiendas, restaurantes, hoteles y medios de transporte ‘dog friendly’. He visto en San Fermines que les han hecho trajes para que también participen de la fiesta, y siempre les puedes comprar ropa en Lucas & Lola donde, además de sus modelos exclusivos, encontrarás las mejores marcas del mercado canino… Si las cosas no cambian, pronto habrá más establecimientos de este tipo que escuelas.
Con el titular “Más perros que niños en Gipuzkoa”, El Diario Vasco informa el 10 de julio, que “a día de hoy, en Gipuzkoa, se contabilizan 105.677 canes censados –según la estadística del REGIA, el Registro General de Identificación de Animales de la Comunidad Autónoma del País Vasco– frente a los 97.691 menores de 14 años, según datos del INE de 2022”. Y añade, “los datos no son al cien por cien completos puesto que no todos los dueños registran a su perro con microchip –como es obligatorio–“.
¿Somos unos aventajados en esto de cambiar perros por niños? ¿es exclusivo este sorpasso? Pues no. Según el último censo de animales de ANFAAC y Veterindustria, a nivel de Estado, los datos confirman que se trata de algo más general. En España hay 9.313.098 perros registrados y, según el Instituto Nacional de Estadística, 6.672.087 niños menores de 14 años. En realidad, la diferencia es mayor porque no todos los perros están registrados y porque a este dato habría que añadir los 168.000 sin hogar, que constan en el último estudio de la Fundación Affinity ‘Él nunca lo haría 2022’. El abandono afecta al 2,6% de los perros en España. Sin embargo, el de niños que proporciona el INE es inamovible. Así que, efectivamente, la vuelta de la tortilla es compartida, y no tenemos en cuenta en esta entrada a los 5.858.649 gatos, incluidos en el censo citado.
Siempre se ha dicho que el perro es el mejor amigo del hombre. Hoy lo es también de la mujer. Y, en ambos casos, la relación va mucho más allá de la amistad. El perro como animal de compañía, ha devenido en compañero de piso, pareja de hecho, miembro de la familia y hasta el hijo que no se puede o quiere tener. También se adoptan y, en caso de divorcio de los dueños, el Código Civil contempla la custodia compartida, con la obligación de pagar una manutención para sus gastos.
Como confirman la consultora GFK y AEDPAC, cada vez más, nuestros jóvenes recurren a perros y gatos para completar su existencia, lo que ha hecho que en la revista Forbes se pregunten por qué los Millennials están “sustituyendo las mascotas por los bebés” (¡por Dios! qué nombre más horrible para unos animales).
Si existiera alguna teoría creíble sobre la gran sustitución, ésta sería sin duda la de los niños por los perros. ¿Por qué? Hay quien habla de “declive civilizatorio”, otros de “egoísmo”. Así, el filósofo Santiago Alba Rico, reconociendo esta tendencia a tener menos hijos, que se está produciendo en casi todo Occidente, y que parece correlativa a tener más perros (y gatos), suele comentar en sus ensayos, medio en broma medio en serio, que “uno de los síntomas de declive civilizatorio es que suele venir acompañado de una mayor preocupación por el bienestar animal. Sucedió en el Imperio Romano y parece que se está produciendo en la actualidad”.
Por su parte, el papa Francisco ha llamado “egoístas” a las parejas que no quieren tener hijos, pero que tienen perros o gatos en su lugar: “Hoy vemos una forma de egoísmo. Vemos que algunos no quieren tener hijos. A veces uno, y ya, pero en cambio tienen perros y gatos que ocupan ese lugar”, mostrando así su preocupación por lo que ha denominado “invierno demográfico”, la “dramática caída de la natalidad”.
El fin de la vida perra, es consecuencia de esa mayor preocupación por el bienestar animal que, en parte, está relacionada con la preferencia de muchos de nuestros jóvenes por tener un perro o un gato, en lugar de traer un hijo a este mundo. Si esto nos sume en un declive civilizatorio, si tiene o no razón el papa Francisco, lo dejo al criterio del lector. Lo que sí tengo claro, es que habremos de tener en consideración esta circunstancia, cuando analicemos las causas del descenso demográfico, uno de los grandes problemas de la humanidad.