Si algo ha quedado claro tras las elecciones generales del 23-J, es el fracaso de las encuestas, en algunos casos estrepitoso. De los 112 sondeos publicados que han visto mis ojos, 70 han sobreestimado la fortaleza del PP (62,5%) y 111 han subestimado la del PSOE (99,1%). No han acertado ni en los sondeos realizados “a pie de urna” durante la jornada electoral.
Tras
el incidente del golfo de Tonkín, en 1964, el presidente de Estados Unidos
Lindon Johnson había obtenido el apoyo del Congreso para incrementar en grandes
contingentes y armamento la intervención en Vietnam.
El
periódico The New York Times, que en
principio había respaldado al presidente, empezó a sospechar que detrás de la
gran escalada militar había, como demostraron más tarde los papeles del Pentágono, una gran mentira. Este diario publicó un
editorial con el título ‘El misterio del golfo de Tonkín’, en el que criticaba
el “secretismo de la burocracia” estatal.
Johnson
decidió entonces llamar a la Casa Blanca a un editorialista muy influyente,
James Scotty Reston. Un mito del
periodismo americano del siglo XX, dos veces premio Pulitzer. La pretensión del
presidente en aquel encuentro de 1965 era atraer a sus posiciones al
prestigioso Scotty Reston,
ocultándole información básica. Pero Scotty
no picó el anzuelo.
– Creo que está usted intentando salvar la cara –le dijo al fin.
El
presidente se removió inquieto en su sillón y dio por terminada la
conversación, no sin antes responderle:
– No estoy intentando salvar la cara. Estoy intentando salvar el culo.
Y
Scotty Reston se fue por donde había
llegado, dejando al hombre más poderoso del mundo con un palmo de narices.
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El
pasado mes de abril, The New York Times
publicaba en las páginas de Opinión de su edición internacional, una viñeta
satírica que caricaturizaba al primer ministro de Israel, Benjamín Netanyahu,
como un lazarillo, un perro guía, que conducía a un presidente Donald Trump
ciego.
El autor del dibujo, que abre esta entrada y que previamente había sido publicado en el semanario de su país Expresso, es el portugués Antonio Moreira Antunes, y con él pretendía expresar su desaprobación por lo que entendía como un apoyo ciego que el magnate daba a la política del israelí.
El
poderoso lobby judío ha puesto el grito en el cielo, acusando al periódico de
antisemitismo y como consecuencia de su presión y de las exigencias del
presidente estadounidense, The New York
Times ha retirado la caricatura y se ha disculpado por su publicación: «La edición impresa internacional del pasado jueves incluye un chiste
antisemita (…). La imagen es ofensiva y publicarla fue un error de
criterio», ha explicado el rotativo, comprometiéndose a que “nada
semejante” volverá a suceder. El responsable de las
páginas editoriales, James Bennet ha anunciado, además, que el
periódico dejará de publicar viñetas políticas a partir del 1 de julio y que ha rescindido
su relación contractual con dos dibujantes del diario, Patrick Chappatte y Heng
Kim Song.
Donald
Trump se ha removido en su sillón, como en su día lo hizo también Johnson, pero
en esta ocasión para sacar pecho y escribir en su cuenta oficial de Twitter: «The New York Times se ha disculpado por esta
terrible caricatura antisemita, pero no se han disculpado conmigo por esto ni
por todas las noticias falsas y corruptas que imprimen a diario. Han llegado al
nivel más bajo del ‘periodismo’ y al nivel más bajo de la historia de The New York Times«.
Por su parte, Gérard Biard, redactor jefe de Charlie Hebdo, inquieto, como también quedó Johnson en su día, se ha preguntado: “¿A quién teme ofender The New York Times? ¿Hasta dónde será capaz de llegar para evitar problemas con ciertos colectivos o grupos de presión?»
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Dos
imágenes radicalmente opuestas: La del editorialista Scotty Reston, largándose del despacho del presidente cuando éste
intentaba salvar su culo, y la de James Bennet, el responsable de las páginas
editoriales del periódico, arrastrándose para salvar el culo de sus jefes. La
de Lindon Johnson, inquieto por el resultado de su entrevista con un periodista,
y la de Donald Trump, exultante, porque los periodistas no han podido soportar
la presión y han terminado hincando la rodilla.
La distancia que media entre estas dos actitudes, en un diario de prestigio como The New York Times, es la misma que separa la luz del alba y el ocaso del cuarto poder, del periodismo comprometido con la libertad y la búsqueda de la verdad.