La Marcha sobre el Pentágono del 21 de octubre de 1967 no fue la primera, ni la última, ni la más grande de las protestas contra la guerra de Vietnam en suelo estadounidense. Sin embargo, tuvo un objetivo peculiar: impedir el esfuerzo bélico por un día; y lo hizo con un gesto que ha quedado para siempre.
Esta mañana cuando he visto la información sobre la invasión rusa de Ucrania, me he acordado de aquella joven que, con una flor en sus manos, se enfrentó aquel día de otoño a los soldados.
En plena ofensiva rusa, desde la ciudad portuaria de Henychesk, en el sur de Ucrania, nos llega un video, que se ha hecho viral, en el que una mujer de unos cincuenta años se dirige a los soldados rusos que patrullan por sus calles, recriminando su presencia.
Indignada, le pregunta a uno de ellos quien es y qué hace ahí. “Tenemos ejercicios aquí. Por favor, vete”, le responde. La mujer, en lugar de obedecer, insiste: “¿Qué tipo de ejercicios? ¿Qué diablos estáis haciendo aquí? ¡Vosotros sois unos ocupantes, unos fascistas!”
Como única respuesta, solo escucha: “no agrave la situación”; pero la mujer no se da por vencida, mira a los ojos al soldado y le dice antes de irse: “Deberías poner semillas de girasol en tus bolsillos, para que crezcan flores en tierra ucraniana cuando mueras”.
Tuvieron que pasar treinta años para conocer la identidad de aquella muchacha que hizo frente, con una flor en sus manos, a las bayonetas caladas de los soldados. Se llama Jan Rose Kasmir y entonces tenía 17 años. La mujer que vemos en este video, merece también salir del anonimato.
Son solo gestos de dignidad con los que no se gana una guerra, pero que, como los sonidos del silencio, ayudan a tomar conciencia y a expresar el horror de quienes nos sentimos representados.