Hijoputa, así, todo junto, o más concretamente hijo de puta, o sea hijo de una madre que es puta, es uno de los insultos más utilizados en lengua castellana. Por detrás de gilipollas, imbécil y cabrón, según un estudio liderado por Jon Andoni Duñabeitia, de la Universidad de Nebrija, y María del Carmen Méndez, de la de Alicante.
Aunque en tierras andaluzas se suele utilizar también de manera coloquial en un sentido positivo, como elogio informal y hasta encomiástico, la Real Academia de la Lengua dice que equivale a mala persona.
Su uso está tan normalizado, como se dice ahora, que no reparamos en la carga que contiene. Hay cientos de maneras de describir a un individuo de tal calaña o para desahogarse ante alguien a quien se quiere recriminar algo, pero esta es la que menos me gusta de todas ellas por varias razones.
1. Porque casi nunca es cierto que la madre del individuo en cuestión sea puta.
2. Porque desvía la responsabilidad, incluso la atención, del individuo hacia su progenitora. Es decir, se le pega la patada, en el culo de la madre, que carga con las fechorías de su hijo.
3. Porque me resulta hasta machista. El problema no es lo que el hijo sea o deje de ser, haya hecho o dejado de hacer, sino que su madre es puta. O sea, que importa más la circunstancia de la madre, que lo que al hijo le hace acreedor de ser una mala persona.
Hay quien va más allá e incluye al padre. Como dice el académico mexicano Guillermo Sheridan, es “un insulto a varias bandas”: “Se insulta al adversario por ser hijo de puta, pero, por metonimia, se insulta a la madre [por puta] y al padre [por permitir ser puta a su madre]”.
En fin, que es una palabrota, cuyo uso se debería evitar. Y si no podemos contenernos, porque los méritos contraídos por la mala persona son considerables, cabrón, por ejemplo, que la Real Academia define como persona que hace malas pasadas, es más directa y deja a salvo la dignidad de la madre.
He utilizado el masculino, pero, por supuesto, lo dicho vale igual para hija de puta. La condición de mala persona no es exclusiva de ningún género.
Quico Pi de la Serra compuso una canción que tituló Si los hijos de puta volaran nunca veríamos el sol, pero, aunque ha llovido sin parar durante los últimos veintiún días y veintiuna noches, hoy tenemos un cielo azul espléndido. Con esto no quiero decir que no haya tantas malas personas como veía el bueno de Quico, solo que los hijos de puta no son tantos.