Los fusiladores han hecho del amanecer un tiempo de canallas. No sabemos por qué, pero el alba ha sido siempre el momento preferido por los ejecutores para descerrajar sus fusiles.
Cuenta Luis Eduardo Aute que cuando se decretaron los estados de excepción franquistas, trató de escribir una composición “que narrara un fusilamiento, con la idea de que se pudiera cantar y pasara la censura” del régimen, y que finalmente desistió, porque “no terminaba de encontrar la perspectiva” que consideraba necesaria.
Sin embargo, la inspiración quiso que, entre otras canciones de amor, surgiera Al alba: una amorosa “despedida radical”, “una canción de amor que salió de otra manera”, dijo Luis Eduardo. Con el tiempo, llegó a admitir que “no fue la canción que quería hacer, pero vino cuando ella quiso. Es lo que suele suceder cuando una canción necesita existir”.
Si te dijera, amor mío,
que temo a la madrugada,
no sé qué estrellas son éstas
que hieren como amenazas
ni sé qué sangra la luna
al filo de su guadaña.
Cuando se la cantó a Rosa León, que era quien la iba a interpretar, quedó impresionada y le dijo: “Esto parece que es de alguien que van a fusilar”. La madrileña la incluyó en su segundo álbum (1975), al que Al alba dio título.
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Solo dos meses antes de descender a los infiernos, Franco decidió que moriría matando. El 27 de septiembre de 1975, al alba, eran fusilados tres miembros del FRAP: Xosé Humberto Baena, José Luis Sánchez-Bravo y Ramón García Sanz, en el campo de tiro de Hoyo de Manzanares (Madrid); y dos de ETA: Ángel Otaegi, en la prisión de Burgos, y Juan Paredes, ‘Txiki’, en un claro del bosque de Cerdanyola (Barcelona).

Los hijos del régimen, entendieron que, como dice la canción, el día venía “con hambre atrasada” y no fue difícil encontrar voluntarios para apretar el gatillo. De nada sirvieron las movilizaciones que se extendieron por toda Europa ni las numerosas peticiones de clemencia que el generalísimo recibió, entre ellas la del Papa Pablo VI.
Miles de buitres callados
van extendiendo sus alas,
no te destroza, amor mío,
esta silenciosa danza,
maldito baile de muertos,
pólvora de la mañana.
En sus conciertos, Rosa León empezó a dedicar la canción a los fusilados, presentándola como si fueran los últimos pensamientos o la última carta que podía haber escrito cualquiera de ellos.
Presiento que tras la noche
vendrá la noche más larga,
quiero que no me abandones,
amor mío, al alba,
al alba, al alba,
al alba, al alba.
Contó que fue amenazada y atacada por ello: «Con el disco Al alba, recién nacido Víctor, en 1976, le llevaba en el coche en brazos. Marta, que tenía tres años, iba atrás. Pepe conduciendo. De repente veo que nos vamos contra una pared. Con los niños dentro. Al poco me llaman a casa y me dicen “primer aviso”. Iba en serio. ¿Qué es lo que había hecho yo? Cantar Al alba, y me rajan las ruedas del coche y casi nos matamos con los niños dentro. “Primer aviso”».
Es así como Al alba se convierte en un himno. Luis Eduardo terminó admitiendo que “su iconografía sugiere que el narrador se despedía de su amor porque lo iban a fusilar”…, “quedó vinculada a aquellos hechos y se ha convertido en un alegato contra la pena de muerte, que es lo que yo pretendía hacer con aquella canción que no me salía”.
Me llega al alma porque era la canción que cantaba a dúo con Maite, mi mujer; ella decía que era la única que cantábamos bien. Me llega al corazón además el saber a quien se dedica y contra quien se canta al a
lba.
Como siempre bien escogido para la sabrosa carta de este BLOG, con mayusculas