Spam

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Podría ser ésta una de aquellas “palabras aladas” de las epopeyas griegas, tan real como las aves que cruzan los aires, aunque su vuelo sea propio de un ave de rapiña. Todos conocemos su significado, pero porqué utilizamos la palabra spam y no, por ejemplo, trashmail (correo basura). Pues la respuesta tiene una curiosa historia.

Tenemos que subirnos a la maquina del tiempo, para remontarnos hasta los años treinta del siglo pasado. Un caluroso 5 de julio de 1937, en el condado estadounidense de Mower County (Minnesota), Geo. A. Hormel & Company lanza al mercado una especie de fiambre enlatado, fabricado con paleta de cerdo y jamón, al que terminarían llamando Spam. Según la versión oficial de la compañía, el nombre es un acrónimo de spiced ham (jamón especiado).

Aunque no tuvo la acogida esperada, el señor Hormel estaba convencido de que la fortuna le sonreiría, más temprano que tarde. Puso en marcha una intensa campaña publicitaria y consiguió un contrato para abastecer de carne en conserva al Ejército y la Marina. El spam se convirtió en la ración K (ración de combate) para los soldados estadounidenses y las fuerzas aliadas durante la Segunda Guerra Mundial. La ex primera ministra británica Margaret Thatcher se refirió al spam como un “manjar de tiempos de guerra” y el ex primer ministro soviético Nikita Khrushchev declaró en sus memorias, Khrushchev Remembers, que “sin spam no habríamos podido alimentar a nuestro ejército”.

Pero bueno. ¿Qué tiene que ver la carne enlatada con el correo basura?, ¿cómo llegó el spam de las latas del señor Hormel al correo electrónico?

Otro salto en el tiempo, nos lleva al ficticio Green Midget Café de Bromley, en el sudeste de Londres, desde el que la BBC emite, en diciembre de 1970, un sketch del Flying Circus de los Monty Python llamado Spam. Una pareja, sentada en una mesa del café, junto a otra en la que hay varios vikingos, pregunta: “Buenos días, ¿qué tienen?” “Buenos, días. Tenemos huevos y spam; huevos, bacon y spam; huevos, bacon, salchichas y spam; spam, bacon, salchichas y spam; spam, huevos, spam, spam, bacon y spam; spam, spam, spam, huevos y spam; spam, spam, spam, spam, spam, spam, judías, spam, spam, spam y spam. O langosta Thermidor aux Crevettes con salsa Mornay, paté de trufa, coñac, huevo y spam”, le responde la regente del café. La mujer replica: “¿Tienen algo que no tenga spam?”. “Bueno, spam, huevos, salchichas y spam, no lleva mucho spam”. ¡No quiero nada con spam! se llega a escuchar mientras los vikingos ahogan sus quejas cantando a coro “spam, spam, spam, spam. ¡rico spam! ¡maravilloso spam! spam, spaaaaaam, spaaaaaam, spam. ¡rico spam! ¡rico spam! spam, spam, spam, spam”. Hasta 132 veces mencionan la palabra spam para disgusto de la pareja.

Todo esto les vino a la cabeza a los 392 miembros de Arpanet, cuando en 1978 recibieron un correo de su compañero Gary Thuerk, de Digital Equipment Corporation (DEC), en el que intentaba venderles un ordenador profesional por medio millón de euros al cambio actual. Aquella comunicación generó muchas quejas al departamento de Defensa de Estados Unidos y fue considerada tan intrusiva como el spam de los Monty Python. A partir de entonces, los internautas, hartos de recibir mails publicitarios no deseados, recordaron a aquella pareja que no podía evitar de ninguna manera el spam en su plato y terminaron dando ese nombre al correo basura.

En la página web de la empresa charcutera estadounidense, hoy Hormel Foods Corporation, presumen de que “cada segundo se comen 12,8 latas de productos SPAM en 44 países diferentes alrededor del mundo”. Siendo muchas latas, son muchas menos que los 983.796,3 correos no deseados que se envían cada segundo. Pero del nombre del correo basura tienen más culpa los Monty Phyton que el señor Hormel.

Hay palabras, aladas o no, que esconden en su biografía curiosas historias que contar y ésta es sin duda una de ellas.

Mi bebé solo se preocupa por mí

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Escrito en castellano, este título no dice nada, o casi nada. Sin embargo, en inglés, My baby just cares for me, ya es otra cosa: la canción más emblemática de una de las grandes estrellas del firmamento musical.

Aunque empezó a tocar el piano con tres años, con gran talento, nadie podía imaginar que Eunice Kathleen Waymon llegaría tan lejos. Ni siquiera Muriel Massinovitch, su primera profesora de piano, cuando recurrió a los vecinos de Tryon (Carolina del Norte) para que el don de su virtuosa alumna no acabase en el mismo barrizal que el de otros muchos músicos por el simple hecho de ser negra y pobre.

En realidad, la cadena de solidaridad había comenzado en la casa donde la madre de Eunice servía a finales de los años treinta, cuando la niña tenía solo seis años. Según contó la propia artista en su autobiografía, Víctima de mi hechizo, la señora Miller fue a verle tocar y le dijo a su madre: “Con semejante talento, sería un pecado que no tomase lecciones de piano. Mamá le dijo que no podíamos pagarlas. La señora Miller reflexionó un par de segundos y luego dio una respuesta: me pagaría las clases durante un año”.

Al concluir ese primer año, la señorita Mazzy —como su alumna la llamaba— creó el Fondo Eunice Waymon, con el fin de recaudar el dinero necesario para que la futura estrella pudiera terminar los estudios secundarios y de música. La ciudad respondió con entusiasmo a la llamada de la profesora, pero el Curtis Institute of Music de Filadelfia, uno de los conservatorios más prestigiosos de EEUU, terminó rechazando a la virtuosa Eunice, precisamente por ser negra.

Después del soponcio, comenzó a buscar trabajos que le permitieran seguir recibiendo clases particulares. En el primero de ellos acompañaba al piano a los alumnos de una profesora de canto interpretando temas melódicos y de jazz. Fue allí donde, probablemente, puso por primera vez sus ojos en la partitura de My baby just cares for me, canción incluida en el musical Whoopee!

Por las noches tocaba en garitos nocturnos de Atlantic City, en Nueva Jersey. Cuando terminó su primera noche en el Midtown Bar and Grill, el dueño del local, acodado en la barra, le preguntó de malos modos por qué no había cantado en las siete horas de recital, y ella le respondió: “soy pianista”. “Mañana por la noche serás cantante –le dijo–, si no, te quedarás sin trabajo”.

Tenía 21 años y le atormentaba la reacción que pudiera tener su madre, ministra de la iglesia metodista, si llegara a leer en el cartel del piano bar: “Esta noche, Eunice Waymon”. La imaginaba diciendo: “¿Un bar? ¡Dios mío, tengo al diablo en mi propia familia! Decidió entonces esconderse detrás de un nombre artístico y así nació, en aquel garito, Nina Simone. Nina, porque un chico hispano con el que salía tenía la costumbre de llamarla ‘niña’, y Simone para rendir homenaje a la actriz francesa Simone Signoret, por quien sentía gran admiración

El dueño de Bethlehem Records, Sid Nathan, reparó en su talento y le ofreció su primer contrato discográfico. Sin entusiasmo alguno, Simone grabó en catorce horas algunos temas de jazz y de góspel y añadió varias canciones propias cuyos arreglos escribió casi sobre la marcha. Pero Nathan le pidió que añadiera alguna más animada para cerrar el álbum y eligió su arreglo de My baby just cares for me.

Little Girl Blue fue grabado en 1957 y publicado en 1958. Ni el disco, ni la propia canción, tuvieron una acogida particularmente entusiasta, pero aquello le colocó en el mercado discográfico, hizo despuntar una carrera de intérprete a caballo entre el pop y el jazz y le permitió hacerse un nombre. Nina Simone estaba muy implicada en la lucha contra la segregación racial en su país y llegó a pensar que podía cantar para ayudar a su gente, “y eso pasó a ser el pilar de mi vida. Ya no era el piano, ni la música clásica. Ni siquiera la música popular. Era la música por los derechos civiles”. Convertida en icono del black power abandonó EEUU tras el asesinato de Martin Luther King.

Olvidada por el gran público y al borde de la ruina, en 1987, un anuncio de Chanel Nº 5 acompañaba las imágenes con su versión de My baby just cares for me. Treinta años después de su grabación triunfaba en las listas de ventas. Sorprendida, llamó a su representante, quien comprobó, para disgusto de ambos, que la artista no tenía derecho a un solo céntimo de los enormes royalties que el tema generaba.

Nina Simone recordó cómo acabaron las catorce horas de grabación de aquel día de 1957: “Nathan me dio un papel para que lo firmara, lo que hice sin leerlo (…) Había renunciado a prácticamente todo lo que habían generado mis grabaciones allí. Y eso me había costado más dinero del que podía contar”. Entonces se dijo, tengo que aprovechar esta oportunidad para recorrer el mundo, porque es la última que tengo. Y vaya si lo hizo. Hasta 2002, un año antes de su muerte a los setenta años, no paró de actuar.

My baby just cares for me llegó a su primer disco como una canción de relleno, se convirtió en la más emblemática de su carrera musical, pero los beneficios que generó fueron para otros.

Hay que tener mucho cuidado con lo que se firma.

Bestiario interactivo

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El hombre y el oso, cuanto más feo, más hermoso, dice la sabiduría popular. Sea o no, más o menos cierto, quiero poner la atención en la primera parte del refrán, en esa estrecha interacción que hemos tenido siempre y tenemos, hoy más que nunca, los seres humanos con el resto de los animales; para explicarnos; para dar rienda suelta a nuestros anhelos, enigmas, misterios y miedos; para resaltar valores, cualidades e identidades, individuales y colectivas; en nuestro afán por encontrar significado a todo lo que nos rodea y a nosotros mismos. Una relación de la que a menudo no somos conscientes y que es tan vieja como el mundo.

Desde los tiempos más remotos, la presencia humana está ligada a los animales, como muestran las pinturas realizadas en las paredes de las cavernas. Para aquellos protohumanos captar plásticamente a los animales era hacerse dueños, en cierto modo, de aquello que se deseaba y no se podía realizar. bisontes, caballos, ciervos y mamuts, convertidos en tótems, fueron símbolos de atributos y cualidades.

Las primeras civilizaciones los elevaron a la categoría de dioses. Particularmente intensa y compleja fue la relación entre el hombre y los animales en Egipto, presentes como símbolos a lo largo de todo el ciclo vital, desde el nacimiento hasta la muerte. Así, el halcón, que se asocia al dios Horus, se relaciona con el cielo, la guerra y la caza; y el escarabajo, Jepri, con la divinidad del sol naciente. El toro, Hap, Apis para los griegos, con la fecundidad; el carnero representa a Amón, dios de la creación; el cocodrilo a Sobek, dios de la fertilidad y la vida, que protege el poder del faraón; la vaca señala a Hathor, diosa solar del amor y la maternidad; el león deviene signo de realeza y el chacal cierra el ciclo vital al relacionarse con Anubis, dios de las necrópolis que acompaña a los difuntos en el juicio de Osiris.

Los relatos mitológicos de los griegos dieron vida a criaturas híbridas y fantásticas. Unas de carácter benigno como Pegaso, el caballo alado de Zeus, o el unicornio. Otras de índole maligna, como el minotauro, con cuerpo de hombre y cabeza de toro, que da muerte a quienes se aventuran en el laberinto de Creta; los centauros, de cabeza humana y cuerpo de caballo; las esfinges, augurio de mala suerte y destrucción, representadas con rostro de mujer y cuerpo de león; gorgonas, despiadados monstruos con forma de mujer y serpientes en lugar de cabellos, y arpías, portadoras del mal, con cuerpo de águila y cabeza de mujer; sirenas y tritones, deidades que habitaban el mundo submarino, con forma de mujer y hombre hasta la cintura y cola de pez. Sin olvidar al ave fénix que, tras arder en una pira, resurge de sus cenizas, como símbolo de inmortalidad, y, por supuesto, al caballo de Troya, utilizado como máquina de guerra.

La loba Luperca, que amamantó a los gemelos Rómulo y Remo, está en el origen legendario de Roma y es su símbolo por excelencia. Sin embargo, pocos la representan tan poderosamente como el águila, con sus alas extendidas, que portaban en sus estandartes las legiones romanas. Heredera de la cultura griega, fue incorporando animales de territorios conquistados, nunca antes vistos en Roma. Así la damnatio ad bestias llevó a echar a los leones a los cristianos en el Coliseo; en aquel tiempo, una secta que en las catacumbas se identificaba con el pez, por su nombre en griego, Ichthys, utilizado como acróstico de Iesous Christos Theou hYios Soter, es decir, Jesús, Cristo, Hijo de Dios, Salvador.

Abundantes y diversas son las menciones a animales que aparecen en la Biblia como claves simbólicas. Desde la serpiente del Edén que, en el relato del Génesis acaba con la plácida y feliz vida de Adán y Eva en el Paraíso, a los coloridos caballos de los cuatro jinetes del Apocalipsis: la paloma, que en el episodio del diluvio universal, regresa al arca de Noé portando en su pico una ramita de olivo, en señal de paz y esperanza, al final de la catástrofe climática; el cordero de Dios, Agnus Dei; el gallo que canta tras las tres negaciones de Pedro y que en la Edad Media quedará representado en las veletas, encaramado en lo más alto de las torres de las iglesias; o la ballena de Jonás, en cuyo vientre permaneció engullido tres días y tres noches antes de ser devuelto, como símbolo de la muerte y resurrección de Jesús.

Los bestiarios medievales vuelven a recurrir a animales, tanto reales como híbridos y fantásticos, procedentes del mundo antiguo, a los que se atribuyen comportamientos, cualidades o defectos humanos, para enseñar y moralizar. El arte románico y después el gótico los llevarán de las páginas de los libros a las gárgolas, los tímpanos de las portadas y los capiteles de iglesias y claustros, convertidos en símbolos del bien y del mal. Unos eran benéficos, como la paloma, el águila, el león o el grifo. En cambio, los uróboros, anfisbenas, basiliscos y mantícoras, fueron criaturas maléficas cuya representación operaba como disuasión frente al pecado. El macho cabrío aparece asociado al diablo, portador del mal, cuya figura ocupa el centro de la ceremonia en los akelarres, en una Edad Media en la que escudos y blasones se llenan de águilas, osos, lobos y leones, para simbolizar la fuerza y el poder, y se sistematiza la antigua tradición astrológica babilonia y grecorromana del zodiaco, del griego ‘zoodiakos (kyklos’ (‘rueda de los animales’), cuyos signos los representan: Aries es el carnero; Tauro, el toro; Cáncer, el cangrejo; Leo, el león; Escorpio, el escorpión; Capricornio, el chivo; y Piscis, el pez.

La emblemática barroca vuelve a cargar de una densa simbología moralizante a los animales que se relacionan con el conocimiento hermético, los arcanos naturales, y las verdades de la religión cristiana. El animal es un signo oculto que debe ser decodificado como soporte eficaz de mensajes morales o religiosos. Así podemos verlos en pinturas como el ‘Finis Gloriae Mundi’ de Juan de Valdés Leal, en la iglesia de la Hermandad de la Caridad de Sevilla, donde los siete pecados capitales adquieren sobre la balanza del Juicio figura de animales: la soberbia es el pavo real, la envidia el murciélago, la ira el perro, la gula el cerdo, la avaricia la cabra, la lujuria el mono y la acidia el perezoso.

La fascinación del ser humano por los animales y su identificación simbólica está presente en todas las culturas del planeta, incluso en mundos tan alejados del nuestro como el lejano Oriente o el Nuevo Mundo. Desde el emperador Huang Ti doce animales marcan el calendario chino: la rata, el buey, el tigre, el conejo, el dragón, la serpiente, el caballo, la cabra, el mono, el gallo, el perro y el cerdo. Cada uno de ellos representa un conjunto de cualidades que determinan el carácter de las personas que nacen en los años que rigen. El 1 de febrero ha dado comienzo al año del tigre. Del santuario japonés de Toshogu nos llegan los tres monos sabios Mizaru, Kikazaru, Iwazaru, que en nombre de Confucio recomiendan «no ver, no oír, no decir», un código moral y de conducta que invita a la prudencia y que, en una interpretación libre y parcial, ha derivado en nuestro ver, oír y callar. No son menos simbólicos las vacas sagradas de la India, las águilas bicéfalas rusas, el camello de las zonas desérticas o el canguro en Australia.  En el otro extremo, las culturas amerindias tenían sus propios tótems y divinidades animales, desde el cóndor de los Andes al búfalo de las grandes llanuras del norte, pasando por la serpiente emplumada o Quetzalcóatl y el jaguar de las mesoamericanas.

En todas partes la paloma simboliza la paz; el león, la fuerza y el valor; el águila, la nobleza y el poder; el búho, emblema universitario, la sabiduría y el conocimiento. El avestruz está relacionado con la Justicia; el pelícano con el altruismo y el amor paternal; el pavo real con la vanidad y la soberbia de los que se pavonean. El mono ha simbolizado los principales vicios de la humanidad, la pereza y la lujuria. Reconocemos la inocencia y la mansedumbre del cordero; la astucia del zorro, la crueldad de la hiena, la cortedad del asno; la laboriosidad en la hormiga, la constancia y la prosperidad en la abeja, la cobardía en la gallina y la arrogancia en el gallo. El cuervo y la lechuza son pájaros de mal agüero; aunque el refranero dice que de él se aprovechan hasta los andares, el cerdo ha representado todo lo malo, los deseos impuros; un animal inmundo para los judíos y el islam; y la serpiente, ambivalente, es el animal maldito del Paraíso, identificado con el demonio, pero también, con la eternidad y la inmortalidad, que, enroscado en la vara de Asclepio, el dios griego que tenía el poder de sanar, figura en el escudo de la Organización Mundial de la Salud.

Desde los tiempos de Esopo, los animales han sido protagonistas de fábulas, donde aparecen dotados de cualidades humanas, en un sentido moralizante y didáctico, tales como La cigarra y la hormiga, La liebre y la tortuga, El cuervo y la zorra o la paradoja del asno de Buridán. También en cuentos infantiles, como Los tres cerditos, Bambi, el ciervo, El patito feo de Andersen, o los de Perrault, La ratita presumida y El gato con botas. Eran tiempos en los que la cigüeña traía a los niños de París y el ratoncito Pérez dejaba dinero debajo de la almohada cuando se nos caía un diente. Con esa función de transmitir valores, Walt Disney llevó a las pantallas sus animales antropomorfos tras el rugido del león de la Metro: el ratón Mickey y su eterna novia Minnie, a la que ahora le quieren cambiar la falda por pantalones; los perros Pluto y Goofy; el pato Donald y Dumbo, el elefante tímido e inocente. En el imaginario colectivo han quedado también Bugs Bunny, el conejo de la suerte; el gato Silvestre y el canario Piolín; el pato Lucas, Félix el gato y Porky, el cerdito tartamudo; el gato Tom y Jerry el ratón, el pájaro loco, el oso Yogui y el lagarto Juancho; la abeja Maya, la pantera rosa y Simba, el rey león. Y cómo olvidar otros más reales como Chita, la entrañable chimpancé de Tarzán; la perra Lassie, el cariñoso delfín Flipper; un caballo como Furia o la mula Francis.

Esta interacción constante la podemos ver también en sentido contrario, cuando atribuimos a las personas cualidades propias de algún animal. Así, José Luis Rodríguez es el puma; Tom Jones, el tigre de Gales; y Van Morrison, el león de Belfast. Un hábito muy extendido, sobre todo, en el ámbito deportivo: Bahamontes era el águila de Toledo y Fede Etxabe el potro de Gernika; Bernard Hinault, el caimán; Vincenzo Nibali, el tiburón; Paolo Salvodelli, el halcón; Phil Anderson, el canguro; y Tony Rominger, el dromedario. Kobe Bryant, fue la mamba negra, y Tiger Woods, tiene los atributos del tigre. El mundo del fútbol es una auténtica reserva en la que podemos encontrar al lobo Diarte, el conejo Saviola, el burrito Ortega y el ratón Ayala; al tigre Falcao, el toro Acuña, el piojo López y el mono Burgos; al lagarto Pizzi, el lobito Carrasco y el tiburón Puyol. Emilio Butragueño era el buitre; Gary Medel, el pitbull; Héctor Herrera, el zorro; y Diego Costa, la pantera; y así un largo etcétera.

El branding asociativo ha movido a muchas compañías a recurrir a arquetipos animales para transferir imaginarios corporativos a sus marcas. Puma da nombre a uno de los mayores fabricantes de material deportivo. Una vaca representa a Milka, el cisne a Swarovski, la paloma a Dove, el murciélago a Bacardí y así otro largo etcétera del que quizá sean más conocidos el cocodrilo de Lacoste o el conejo de Playboy. Yo recuerdo hasta los zapatos Gorila, los de la pelota verde de goma. En el mundo del motor, el león identifica a Peugeot, el caballo rampante a Ferrari y a Porsche. Jaguar es una de las marcas británicas de mayor prestigio mundial. La serpiente es emblema de Alfa Romeo, el toro de Lamborghini y, como no podía ser de otra manera, SsangYong encontró en el dragón su símbolo de fortaleza. Ahora tenemos hasta empresas unicornio.

Desde que Plauto llegó a la conclusión de que el hombre era un lobo para el hombre, la cultura popular ha perpetuado, a través de la tradición oral, la carga simbólica que los animales aportan a nuestra conversación diaria para ayudarnos a expresar y transmitir cualidades, pensamientos y sentimientos.

Todos sabemos lo que queremos decir cuando afirmamos que alguien es un lobo con piel de cordero; que de los huevos de pato nunca salen cisnes; que cuando el gato no está, los ratones hacen fiesta. Que la cabra tira al monte; que no se hizo la miel para la boca del asno; que, aunque la mona se vista de seda, mona se queda. Que por la boca muere el pez; que a perro flaco todo son pulgas; que, de noche, todos los gatos son pardos. Que más vale ser cabeza de ratón que cola de león; que los tordos alivian los apretones; que en boca cerrada no entran moscas. Que, hasta el rabo, todo es toro; que, muerto el perro, se acabó la rabia; que siempre hay quien pretende arrimar el ascua a su sardina. Que, a burro muerto, la cebada al rabo; y que, a toro pasado, todos somos Manolete.

Lo que es poner al lobo a cuidar de las ovejas, tener más vidas que un gato; coger el toro por los cuernos; sacar un conejo de la chistera. Matar dos pájaros de un tiro, hacer la cobra, pagar el pato, tener el mono o marear la perdiz. Sentirse como pez en el agua; aceptar pulpo como animal de compañía; tener pájaros en la cabeza o estar como una cabra. Ver las orejas al lobo; poner a alguien a caer de un burro o dejarle a los pies de los caballos. Tener memoria de elefante o llevarse como el perro y el gato; estar hecho un toro y no ver tres en un burro.

Discutimos si son galgos o podencos; si son los mismos perros con distintos collares; si fue antes el huevo o la gallina; si vale más pájaro en mano que ciento volando. Buscamos tres pies al gato; nos metemos en la boca del lobo. Ponemos ojos de cordero degollado; y, aunque procuramos estar siempre al loro, a veces nos dan gato por liebre y luego, claro, derramamos lágrimas de cocodrilo. Algunos van por la vida como pollos sin cabeza y se defienden como gato panza arriba. Otros son más pesados que una vaca en brazos y esconden la cabeza como el avestruz. Sabemos que aquí hay gato encerrado y que, al final, a todo cerdo le llega su San Martín.

Utilizamos también a los animales para insultar: ¡burro!, ¡cerdo!, ¡cabrón!, ¡gusano!, ¡buitre!, ¡cernícalo!, y para describir: el que iba delante era un lince, que parecía más aburrido que una ostra y no paraba de hacer el ganso; el otro, astuto como un zorro, era muy mono, pero un poco pato y más lento que el caballo del malo; y había un tercero, un poco gallito y más terco que una mula, que, además, se comportaba como un lobo solitario. Era, en fin, una noche de perros y aquello parecía una jaula de grillos, pero todos pasaban a su lado como borregos.

En fin. Son tiempos de vacas flacas, de cisnes negros, de chivos expiatorios y fondos buitre. Pero también de fuertes identidades. En Estados Unidos, el burro es el símbolo que identifica a los demócratas y el elefante a los republicanos. Allí mismo tenemos al toro de Wall Street embistiendo a los adoradores del becerro de oro. En algunas organizaciones, los aparatos se dividen en halcones y palomas y, por estos lares, los populares recurrieron a las gaviotas. La vaca representa la identidad gallega y poco a poco va sustituyendo a la cebra en los pasos de peatones de aquella tierra; el burro a la catalana y la oveja latxa a la vasca. En España, que empezó siendo tierra de conejos, es también apreciada la cabra de la Legión y hasta el conejo de la Loles, como no podía ser de otra manera; pero ninguno la representa como el toro de Osborne. Aunque… si yo tuviera que elegir, me quedaría con la vaquilla de Berlanga.

Ahora que hemos declarado a los animales “seres sintientes”, hemos de reconocer que la humanidad no se explica sin ellos. Va a tener razón el antropólogo Claude Lévi-Strauss cuando asegura que los animales, además, son buenos para pensar.

Hagas lo que hagas, la cagas

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Este podría ser el título –actualizado– de un conocido cuento que hoy traigo a esta página para recordar su moraleja. Fue escrito hace casi setecientos años por el Infante don Juan Manuel (1282-1348), nieto del rey Fernando III de Castilla. Incluido en su obra Libro de los exemplos del Conde Lucanor et de Patronio, escrito entre 1331 y 1335, su título original es De lo que contesçió a un omne bueno con su fijo (De lo que aconteció a un hombre bueno con su hijo), aunque popularmente sea conocido como el cuento del padre, el hijo y el burro.

«Este buen hombre y su hijo eran labradores y vivían cerca de una villa. Un día de mercado dijo el padre que irían los dos allí, para comprar algunas cosas que necesitaban, y acordaron llevar un burro para traer la carga. Camino del mercado, yendo los dos a pie y el burro sin carga alguna, se encontraron con unos hombres que ya volvían. Cuando, después de los saludos habituales, se separaron unos de otros, los que volvían empezaron a decir entre ellos que no les parecían muy juiciosos ni el padre ni el hijo, pues los dos caminaban a pie mientras el burro iba sin peso alguno. El buen hombre, al oírlo, preguntó a su hijo qué le parecía lo que habían dicho aquellos hombres, contestándole el hijo que era verdad, porque, al ir el animal sin carga, no era muy sensato que ellos dos fueran a pie. Entonces el padre mandó a su hijo que subiese en la cabalgadura.

Así continuaron su camino hasta que se encontraron con otros hombres, los cuales, cuando se hubieron alejado un poco, empezaron a comentar la equivocación del padre, que, siendo anciano y viejo, iba a pie, mientras el mozo, que podría caminar sin fatigarse, iba a lomos del animal. De nuevo preguntó el buen hombre a su hijo qué pensaba sobre lo que habían dicho, y este le contestó que parecían tener razón. Entonces el padre mandó a su hijo bajar del burro y se acomodó él sobre el animal.

Al poco rato se encontraron con otros que criticaron la dureza del padre, pues él, que estaba acostumbrado a los más duros trabajos, iba cabalgando, mientras que el joven, que aún no estaba acostumbrado a las fatigas, iba a pie. Entonces preguntó aquel buen hombre a su hijo qué le parecía lo que decían estos otros, replicándole el hijo que, en su opinión, decían la verdad. Inmediatamente el padre mandó a su hijo subir con él en la cabalgadura para que ninguno caminase a pie.

Y yendo así los dos, se encontraron con otros hombres, que comenzaron a decir que el burro que montaban era tan flaco y tan débil que apenas podía soportar su peso, y que estaba muy mal que los dos fueran montados en él. El buen hombre preguntó otra vez a su hijo qué le parecía lo que habían dicho aquellos, contestándole el joven que, a su juicio, decían la verdad. Entonces el padre se dirigió al hijo con estas palabras.

Hijo mío, como recordarás, cuando salimos de nuestra casa, íbamos los dos a pie y el burro sin carga, y tú decías que te parecía bien hacer así el camino. Pero después nos encontramos con unos hombres que nos dijeron que aquello no tenía sentido, y te mandé subir al animal, mientras que yo iba a pie. Y tú dijiste que eso sí estaba bien. Después encontramos otro grupo de personas, que dijeron que esto último no estaba bien, y por ello te mandé bajar y yo subí, y tú también pensaste que esto era lo mejor. Como nos encontramos con otros que dijeron que aquello estaba mal, yo te mandé subir conmigo al burro, y a ti te pareció que era mejor ir los dos montados. Pero ahora estos últimos dicen que no está bien que los dos vayamos montados en este único animal, y a ti también te parece verdad lo que dicen.

Y como todo ha sucedido así, quiero que me digas cómo podemos hacerlo para no ser criticados por las gentes: pues íbamos los dos a pie, y nos criticaron; luego también nos criticaron, cuando tú ibas en el burro y yo a pie; volvieron a censurarnos por ir yo en el burro y tú a pie, y ahora que vamos los dos montados también nos critican.

He hecho todo esto para enseñarte cómo llevar en adelante tus asuntos, pues alguna de aquellas monturas teníamos que hacer y, habiendo hecho todas, siempre nos han criticado. Por eso debes estar seguro de que nunca harás algo que todos aprueben, pues si haces alguna cosa buena, los malos y quienes no saquen provecho de ella te criticarán; por el contrario, si es mala, los buenos, que aman el bien, no podrán aprobar ni dar por buena esa mala acción. Por eso, si quieres hacer lo mejor y más conveniente, haz lo que creas que más te beneficia y no dejes de hacerlo por temor al qué dirán, a menos que sea algo malo, pues es cierto que la mayoría de las veces la gente habla de las cosas a su antojo, sin pararse a pensar en lo más conveniente.»

El refranero lo resume asegurando que Nunca llueve a gusto de todos. Por eso, haz lo que tengas que hacer o consideres más conveniente, como dice la moraleja, porque será difícil que todos aprobemos lo que hayas hecho, estés haciendo o vayas a hacer. Vamos, que hagas lo que hagas, la cagas.

Nota: texto extraído de la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes, volcado al castellano actual.

El tatu de Histieo

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No es prudente decir de esta agua no beberé, es cierto, pero mucho tendría que cambiar para hacerme un tatu en mis peludas carnes.

Quienes se dedican a estos menesteres aseguran que la mayoría de los que se tatúan lo hacen con el deseo de recordar para siempre a una persona o algún momento de esos que marcan una trayectoria vital. El problema es que nuestros “siempres” suelen ser efímeros.

Para pintar es mucho mejor un lienzo. Lo puedes colocar en un lugar destacado para tenerlo siempre presente y si el siempre se vuelve efímero, en un pis pas lo puedes mandar al cubo de la basura.

Aún así, ha habido tatuajes a lo largo de la historia que excepcionalmente han tenido una utilidad práctica, aunque no fueran tatuados para siempre, como el que nos trae al presente Irene Vallejo. Una estupenda historia, basada en hechos reales, sobre tatuajes, intrigas y espías de tiempos antiguos contada por el historiador Heródoto.

En una época de grandes turbulencias políticas, un general ateniense llamado Histieo quería azuzar a su yerno Aristágoras, tirano de Mileto, para hacer estallar una revuelta contra el imperio persa. Se trataba de una conspiración altamente peligrosa en la que ambos se iban a jugar la vida. Los caminos estaban vigilados y probablemente a los mensajeros de Aristágoras los registrarían antes de llegar a Mileto. ¿Dónde llevar escondida una carta que les podía condenar a la tortura y a la muerte lenta si se descubría?

El general tuvo una idea ingeniosa: le afeitó la cabeza al más leal de sus esclavos, le tatuó un mensaje en el cuero cabelludo y esperó a que le creciese de nuevo el pelo. Las palabras tatuadas eran: “Histieo a Aristágoras: subleva Jonia”. Cuando el pelo nuevo despuntó cubriendo la consigna subversiva, envió al esclavo a Mileto. Para mayor seguridad, el esclavo no sabía nada de la conjura. Solo tenía órdenes de afeitarse el cabello en casa de Aristágoras y decirle que echase una ojeada a su cráneo pelado.

Sigiloso, como un espía, el mensajero viajó, se mantuvo tranquilo mientras lo cacheaban, llegó a su destino sin que el complot se descubriera y se rapó. El plan siguió adelante y la operación culminó con éxito. Aunque al leal esclavo de Histieo le quedó el recuerdo para siempre.

Ya no sé si soy de aquí, o si soy de allí

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Se me quedó la oreja cuadrada cuando poco después de hacer una propuesta a la dirección de mi empresa, me respondieron diciendo que ya habían dado al personal implicado un briefing. Bueno, pues de un tiempo a estar parte, me está pasando lo mismo con el ojo y no me gusta un pelo lo que veo. La lengua de Shakespeare se va colando en nuestro día a día sin darnos cuenta, de una manera sorprendente y abusiva. Como vamos a ver, se trata de una invasión cultural en toda regla.

Los anglicismos siempre han sido acogidos con naturalidad. Palabras como líder, récord, hobby, esnob, rol, comfort, mitin, sándwich, dandi, cóctel, striptease y tantos otros, se fueron incorporando con normalidad a nuestro diccionario. Como el mismísimo fútbol (football), uno de los primeros en llegar y que tanto juego ha dado y sigue dando, incluso a quienes nunca han sido aficionados. Quién no sabe lo que es estar en órsay, casarse de penalti o meterle un gol a alguien, o desconoce su corolario inevitable de derbis, hooligans y demás. Muy pocos, como el Real Betis Balompié, fueron capaces de resistir la embestida. Ahora le toca al baloncesto, que está siendo desplazado por el basket: Valencia Basket, Gipuzkoa Basket, el Basket Zaragoza y el equipo de los men in black, los chicos del Bilbao Basket, son botones de muestra.

Pero, como digo, vasta sólo con poner el ojo y la oreja en nuestra realidad cotidiana para quedar flipados (de to flip) con lo que podemos ver y oír. Sobre todo, si tenemos en cuenta que sólo el 27,7% de nuestros conciudadanos sabe inglés, si hemos de hacer caso al Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS), y ya me parece mucho.

Paseando por el centro, veo rótulos y letreros que anuncian: Professional hair & beauty, Home Decor; Love & Paradise; Low-Cost Fashion; More Ways To Shop; Welcome Back, Sketch concept, It Market. Hasta el 70%, Outlet en el interior, y un autocar de Iparbus que presume de luxury class. En la puerta del wc (water closet) del parking, alguien ha escrito Lamb of God. El mercado acoge un brunch solidario, hay Rock party en el barrio de El Antiguo y la cerveza artesana local se promociona en el Palacio de Miramar como Craft Beer. En Lo Viejo, se abre un speakeasy; el restaurante La Mafia cierra con un Sorry, we’re closed; y los veganos organizan en Ficoba la feria Be Veggie. Podemos disfrutar del Sakona Coffe Roasters a orillas del Urumea y comprar pan en The Loaf Bakery Donostia, en la Zurri, o en M&M bakery lovers, en la calle Urbieta. El coche de adelante lleva en la luna trasera una pegatina que advierte: ¡Baby on board!

Cambiamos noticias falsas por fake news, acontecimientos por eventos (de to event) o directores generales por CEOs (Chief Executive Officer). La semana de la moda es la Fashion week y hasta la pastelería Otaegui ha sustituido la tradicional tarta de queso por el cheesecake. Clasificados como millennials o baby boomers, nos hacemos selfies, buscamos productos low cost y si los encontramos con label de calidad, miel sobre hojuelas. El footing ha dejado paso al running. Hay que estar al día. Los más osados disfrutan con el puenting y algunos, solo algunos, prefieren el balconing. El doping se sube a la mountain bike. Fitness, mindfulness o mindful fitness, he ahí el dilema; y ¿para leer?, ¿mejor tablet o ebook? El PAÍS ofrece podcasts imprescindibles y El Diario Vasco newsletters personalizadas que no encontraremos en el top ten de los best sellers.

El frigorífico que sea no frost y el desodorante roll-on. Los auriculares, wireless y mejor con bluetooth. Un short y un jersey. Un slip y unos jeans. Si hay en stock. A los hipsters les va el estilo vintage. Es lo más in. Yo prefiero el casual. Una top model con un piercing en el ombligo hace topless, mientras el rey desata la polémica con un pin en la solapa. No hay feeling. Un fan de Sabina hace playback; hasta que ha asomado la cabeza por Abu Dabi, el rey emérito ha estado missing; el inefable alcalde de Madrid, Martínez-Almeida, es víctima de un provincianismo kitsch; la ministra Calviño insiste en el pressing a Ciudadanos; y la Guardia Civil ha utilizado un off the record de Irene Montero.

Las jugadoras de sófbol del Atlético San Sebastián son las Go Blues. El bádminton guipuzcoano está de enhorabuena, nace Donosti Shuttle con el firme objetivo de subir a Primera División. Los aficionados a la marcha nórdica se han agrupado en la Asociación Nordic Walking Donostia. El colectivo de mujeres que denuncia la violencia machista en la Plaza de Gipuzkoa se hace llamar Women in black. EmakuMeeting es la asociación de mujeres emprendedoras de Euskadi. La prensa dice que cada vez hay más establecimientos Dog Friendly y que si eres de la comarca y vendes producto propio, puedes participar en la feria Made in Urola. Además, Oh My Walk! nos ofrece recorridos temáticos con el objetivo de mostrar Donostia con otros ojos y despertar la curiosidad por lugares por lo que pasamos todos los días.

En la prensa deportiva leo que en Barcelona añoran las tardes de gloria del dream team; que Cristiano Ronaldo y Florentino se han abrazado en un backstage; que el Cholo Simeone es un box to box, y se gana pronto el respeto; que el confinamiento ha servido a Borja Iglesias para resetear; que hay overbooking en la plantilla del Levante y playoffs hasta en las regatas de traineras; que el stage del Villarreal se retrasó y que Blanca Romero se ha incorporado al staff técnico de la selección. Todos sorprendidos por el hat-trick de Joaquín.

¿Te has bajado la app? El asunto sigue en standby. ¿Has hecho un backup? Tendremos que resetear (de to reset). ¿Te acuerdas del password? Mándamelo por email. Ojo con el spam. ¡No hay manera de moverse por Internet sin aceptar cookies constantemente! ¿Tenemos que loguearnos? (de log in). Con un click en el link será suficiente. ¿Merece la pena rootear el smartphone? El like es la unidad mínima de expresión y el steacker una alternativa. Un chat. Un desparrame de memes y stories. Con una buena gestión de hashtags puedes ser trending topic y millones de followers ven con preocupación cómo los hackers comprometen el rol de los influencers. ¿No les podemos banear?

Todo, o casi todo, puede hacerse online. El examen, tipo test. ¿Necesitas un coach? Muchos ya lo tienen. Los jóvenes salen en plan random y muchos disfrutan intentando salir airosos de un escape room. El coliving es la solución. ¡Qué heavy! Un barman, un pub con un agradable chillout de fondo, un buen deejay (dj) pinchando covers relajantes. Una propuesta slow, porque el stress nos mata. El acoso se reparte entre el mobbing y el bullying. ¿Y para comer?… ¿un burger? Si me das a elegir… prefiero un grill. Stop a las comidas que no sean lights. Para un rider, cada minuto cuenta. Los partidarios del batch cooking recomiendan usar túpers de cristal.

Hay quienes se empeñan en montar el show, otros en darnos el mitin poniendo cara de póker. Y nos dejan k.o. (de knock-out). Hay que cambiar el chip. Alonso es un killer, Nadal un crack y la señorita Riqui un poco friki (de freaky). Nada es capaz de detener el show de Trump, un outsider en el sprint final de su mandato. Todo un bluf. El premio consiste en un kit de depilación, un pack de experiencias válido para una noche de hotel o una master class en el Basque Culinary Center. Más de uno lo prefiere en cash. Fulanito se ha hecho un bypass para driblar a la parca (de to dribble) y menganita un lifting. ¡Hay que cambiar el look! Ante un póster del Che, algunos aseguran que hay un revival del comunismo. Otros dicen que el mundo está al borde del blackout. La democracia es un auténtico work in progress.

Master chef celebrities, Idol kids, Sábado deluxe, First dates, Vaya crack, Flash moda. El Late Motiv de Andreu Buenafuente es el late night español. En la Sexta, Al rojo vivo hace periodismo on fire. Antena 3 ha estrenado Mask Singer, con “el mejor casting”, y la 1, Typical spanish. La audiencia reclama más realities y talents. Todos preocupados por liderar el prime time y el share. Y nosotros haciendo zapping. ¿Un sketch o un spot? Un sketch. ¿Un remake?, ¿un biopic?, ¿un spin-off o una road movie? Estoy viendo el tráiler de un thriller. No queremos spoilers. El boom de las series es el gran enemigo de la siesta y, casi sin darnos cuenta, hemos pasado del download al streaming.

En la sección de ofertas de empleo encuentro demandas de Sales Assistant, Customer Service, Growth Hacker, Key Account Manager, Data Analyst Consultant, Business Developer Junior y un largo etcétera que quién sabe. El dinamismo emprendedor fluye entre startups y clústeres. En Europa reconocen nuestro know-how. Las empresas buscan partners y esperan un feedback positivo. Muchas han pasado del outsourcing al reshoring. Los expertos estiman que millones de dólares se mantienen off shore. Nos gusta el fair play, hasta el financiero. Sin un sponsor el crowdfunding puede ser una buena opción. Para muchos la solución es el trabajo como freelance en un coworking. La jornada es full time. El lunch, un servicio de catering ideal para reponer fuerzas. Han programado un break y un afterwork para hacer networking.

La Sociedad de Fomento del Ayuntamiento impulsa las becas Global Training y el programa #PUC, Pop Up Comerce, concebido para promover ideas innovadoras en el comercio donostiarra. El Donostia Buskers Festival pretende acercar la música de calle a la ciudadanía. La Diputación Foral organiza el Gipuzkoa Talent Forum y la Junta de Gobierno del Ayuntamiento una Talent House. En Semana Grande, han convertido la terraza del Kursaal en una Street Food y Ur Kirolak ha organizado en la bahía la Donostia/San Sebastián Bay Rowing. En octubre, hemos celebrado el Donostia WeekINN, la VII edición de la Semana de la Innovación, con actividades en los centros educativos, como el Donostia Innovation Challenge, un minecraft adaptado al espacio de la Isla Santa Clara, una gymkana y un escape room. Además, se ha ofrecido un espacio online para conocer startups locales. Pero este año no hemos podido disfrutar de la Holi Fest en Semana Grande; ni del Pop Up Chic en el Hotel Londres; ni de la Paella in live!! en La Concha; ni del Hondarribia Summer Market.

Que solo un 27,7% de la población sepa inglés no es un hándicap para los departamentos de marketing de muchas empresas: Just do it (Nike), Go Further (Ford), Connecting people (Nokia), What else? (Nespreso), I’m lovin’ it (McDonald’s), Imposible is nothing (Adidas), Passion for life (Renault), Pretty, comfortable & sexy (Women’secret), ¿cómo? ¿sexy?… Women are back (Mango), Goodbye celulitis (Nivea), The King is here (Budweiser), Life’s a journey/¿Por qué no? (Samsonite), son algunos de los cientos de eslóganes dirigidos a potenciales compradores que desconocen el idioma. Hyundai espera que este año sea menos black y más week! y El PAÍS lleva a portada, ¡completa!, la promoción de un producto de Oatly con el siguiente mensaje: It´s like milk but made for humans. Por favor, ¡disfrútala!

Pero me sorprende aún más la cantidad de gente que parece querer transmitir algo a sus conciudadanos y viste camisetas con mensajes en una lengua que la mayoría desconoce: I’m a dreamer, Maybe i like you, maybe not, Stop wishing Start doing, Future important woman, Girls are strong, All power to the people, Refugess welcome, Air needed, Why, why, why; la vicepresidenta del gobierno, Carmen Calvo, se ha paseado con una que decía Yes, i’m a feminist y la diputada Rafaela Romero con otra en la que se leía The future is female. Por qué, por qué, por qué. Cuando pregunto cómo es posible, la respuesta que obtengo es que queda más cool y ya entro en shock.

Nole elige sparring, Sánchez salva el primer match ball de los presupuestos y la muerte del Pelusa peta las redes con sus highlights. Desde que se han impuesto las restricciones a los bares, en el de abajo han puesto un cartelón en la cristalera que grita desesperadamente take away.

Más de uno, si ha llegado hasta aquí, dirá OK, boomer, que la Fundéu traduce como ‘lo que usted diga’ o, de manera más despectiva, ‘vale, viejo’, pero es para darle una vuelta. ¡O no!

Cuenta Alex Grijelmo que cuando en una ocasión vio a una mujer con una camiseta en la que se leía No hay pan para tanto chorizo, le entraron ganas de darle un abrazo, y no me extraña, porque seguramente le pasa como a mí, que ya no sé si soy de aquí, o si soy de allí.

But… don’t worry, be happy

De murciélagos, pangolines, papel higiénico y bidés

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Allá por marzo, comenzamos una de las ascensiones más rápidas y dramáticas de nuestra vida, hasta ahora por lo menos. En unas semanas, alcanzamos el pico y, tras doblegar la curva, hemos tenido que transitar por una larga meseta antes de comenzar a desescalar.

Mientras descendemos, vamos recordando algunos de los aspectos que por el camino han llamado nuestra atención. Unos más importantes; otros, quizá, más anecdóticos. Entre los primeros, lo relacionado con las teorías sobre el origen del desastre, que puede ser, y probablemente así quedará para siempre, el siguiente: En algún lugar cercano a Wuhan, un murciélago que revoloteaba en zigzag por el estrellado cielo chino, había dejado entre el follaje del bosque un rastro de coronavirus en sus excrementos. Un pangolín, que buscaba insectos para la cena entre las hojas y que había tomado contacto con los mismos, cae en manos de un anciano cazador. A primera hora de la mañana, Zheng Li llega al mercado de Huanan, satisfecho con la pieza que ha capturado en el bosque y, prácticamente, se lo quitan de las manos. Así nace una pandemia global. Esta es, al parecer, la cadena de transmisión del coronavirus al paciente cero. Cualquier amago de desviar el punto de mira, cualquier referencia al Laboratorio Nacional de Bioseguridad de Wuhan o a las dependencias del Instituto de Virología que se encuentran a 280 metros del mercado, resultan conspiranoicos.

Otro aspecto, más anecdótico, desde luego, pero que tiene su enjundia, es el relacionado con el aprovisionamiento para la travesía. En un momento de aprensión colectiva, a todos nos sorprendió el afán compulsivo con el que muchos compañeros de escalada acaparaban papel higiénico en los supermercados. Un producto que, por cierto, también nos llegó de China: su uso está documentado ya en las dinastías Yuan y Ming. No sé, debe haber algo que, sin necesidad de recurrir a Freud, explique esta desmesura: ¡el bien más preciado, en el combate contra una infección respiratoria! He leído que, una vez asegurado el alimento, el papel higiénico ofrece esa seguridad última, tan íntima y personal, en el momento de cerrar el ciclo. ¡Buah!

Pero más sorprendente aún, resulta la dimensión humana, global, alcanzada, que lo ha convertido en icono de la pandemia, porque este comportamiento se ha hecho viral y su escasez ha provocado reacciones diversas en todo el mundo. En Australia, por ejemplo, han tenido que poner severos límites a este impulso acaparador. En la cadena de supermercados más importante del país, Woolworths, solo se han podido adquirir cuatro packs de papel higiénico por cada compra. Quizá por ello, en la ciudad de Darwin, probablemente recordando la utilidad del papel de periódico en otras épocas, el diario NT News ha tenido la curiosa iniciativa de incluir, en el interior de su edición del 5 de marzo, un especial de ocho páginas en blanco, con líneas de puntos para recortarlas y usar en caso de emergencia –como indican en la cabecera que abre esta entrada–; porque nos preocupamos por las necesidades de nuestros lectores, –añade su editor Matt Williams. Una preocupación que también se ha vivido con especial interés en las redes sociales a través de hashtags como #ToiletPaperEmergency o #ToiletPaperApocalypse.

Los norteamericanos, sin embargo, siempre tan ingeniosos, han apostado por otro tipo de soluciones a la pandemia, creando comunidades de supervivencia con búnker incluido. Fortitude Ranch, en las afueras de Kansas, o Vivos xPoint, en Dakota del Sur, ofrecen refugios con detectores de patógenos, incluido el coronavirus, en los que el bidé es el elemento revelación para resistir al Apocalipsis. The Wall Street Journal afirma que, desde marzo, sus ventas se han multiplicado por ocho, y los búnkeres de alta gama han sido los primeros en instalar uno en cada baño. Estima Euromonitor que un bidé reduce el consumo de papel higiénico en un 75%. ¿Qué más se puede pedir?

Bueno, todo va a cambiar, dicen. Sí, abundan los ejercicios de clarividencia que auguran cambios de todo tipo. Yo me conformo con que recuperemos el sentido común.

Por cierto, si Zheng Li existe y llega a leer esto, le pido disculpas.

¡Terrícolas! III

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Estamos de enhorabuena. Después de que la NASA sorprendiera al mundo al anunciar que al menos un tercio de Marte contenía agua bajo su superficie, un grupo de científicos ha detectado vapor de agua en la atmósfera del exoplaneta K2-18b, hallazgo que lo convierte en “el mejor candidato hasta ahora para ser habitable”, según un estudio publicado por la revista Nature Astronomy.

En el último flash, expresaba mi inquietud porque, a pesar de haber escuchado el eco que llegaba del espacio exterior sobre la renuncia de los marcianos a invadir la tierra por descartar que pudiera haber vida inteligente, tenía la impresión de que cada día había más marcianos entre nosotros.

Dándole vueltas he llegado a pensar, y si resulta que mientras nosotros buscamos agua por el universo, ellos prefieren vino, o quizás txakoli. Podría ser una buena solución para aliviar los efectos de los aranceles de Trump.

Westminster en el planeta de los simios

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A Ronald Reagan no le gustaban los hippies. Decía que eran individuos que vestían como Tarzán, llevaban el pelo como Jane y olían como Chita. Probablemente el aspecto de los parlamentarios británicos sería más de su gusto, pero cuando Banksy los ha visto como chimpancés será por algo.

‘Devolved Parliament’ (‘Involución del Parlamento’ o ‘Parlamento transferido’) se titula la cáustica pintura que abre esta entrada. En ella, el provocador y enigmático artista y grafitero, ha recreado los verdes escaños de la Cámara de los Comunes, en el parlamento de Westminster, ocupados por chimpancés, en una de sus tumultuosas sesiones.

La obra, que se ha subastado hace unos días en Londres por 11,1 millones de euros, es toda una bofetada a la clase política británica que, por analogía, se podría extender a algún que otro parlamento más cercano. A juicio de Alex Branczik, jefe del departamento de arte contemporáneo europeo en Sotheby’s, el artista subraya “la regresión de la democracia parlamentaria más antigua del mundo en una actitud tribal y animal”.

Recurriendo a nuestros primos hermanos evolutivos, hace alusión a un retroceso en su particular teoría de la evolución parlamentaria. Aunque casi nos hemos acostumbrado a las broncas sesiones del parlamento británico, entre los gritos y abucheos de sus señorías, y las desesperadas llamadas al orden de su speaker, John Bercow, la distopía simia de Banksy conmueve por su sorprendente realismo.

El propio artista publicó el pasado mes de marzo en su cuenta de Instagram un post en el que explicaba que la obra había sido expuesta de nuevo en el Museo de Bristol para conmemorar el día del Brexit: “Hice esto hace diez años. El museo de Bristol acaba de volver a exhibirlo para conmemorar el día del Brexit”. «Reíd ahora, pero llegará un día en el que no haya nadie al mando», añadió.

La profética pintura data de 2009 y, originalmente, se tituló ‘Question Time’ (‘Turno de preguntas’). Como otras muchas, seguramente obedece a la máxima del autor, según la cual “El arte debería consolar a los perturbados y perturbar a los cómodos”.

Los científicos del Consorcio Internacional para el Genoma del Chimpancé aseguran que compartimos con ellos casi el 99% de la secuencia básica del ADN. Parece que, a solo unos días de la fecha límite para el Brexit, Banksy quisiera advertirnos de que los parlamentarios de Westminster han perdido lo poco que nos diferencia.

¿Estaremos a tiempo?

¡Terrícolas! II

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Recuerdo haberme inquietado al oír el eco que llegaba del espacio exterior sobre la renuncia de los marcianos a invadir la tierra, tras descartar que pudiera haber vida inteligente. Lo cierto es que ya no se producen avistamientos de ovnis como antes. Sin embargo, sigo inquieto, porque tengo la impresión de que cada día hay más marcianos entre nosotros.